Los coches eléctricos chinos podrían introducirse por el Occidente capitalista con un coste competitivo para muchas economías individuales, pero es una ilusión, los que controlan este sistema y quienes actúan como marionetas políticas imponen quien gana y quien paga. Vamos tu ha aprendido como buen alumno, capitalismo para obtener los productos más baratos y comunismo, pocas oportunidades porque no hay competencia que estimule dar lo mejor de ti mismo y va Trudeau y te dice: coche eléctrico chino 100 por cien de aranceles. Diamantes y petróleo extraído de un país arrasado en guerras provocadas, el impuesto es la sangre derramada, pero tranquila ya se ha lavado y a ti, el diamante es para siempre.
Te quedas rascándote la cabeza, con la idea que algo se te está escapando. Lo vas a decir en alto pero entonces te viene algún púgil y este lo tiene claro, hostias no lo ves, antes no había robos, el tío Paco, a su propia familia la hizo mil millonarios y nosotros estábamos felices o ¿no?
En ese: "¿o no?, empiezas a ver algo raro. El animálico, cariño a rebosar, se ha ido haciendo atar la mano a la espalda. Te anuncia que la buena es la sujetada, la otra: su zurda, no la de los malditos zurdos, es más torpe.
A ti te entran sudores, ¿por el tamaño del puño?,
Bueno, pero sobre todo por la ignorancia demostrada. En el ariete le han insertado una cinta, recordemos su admiración por lo antiguo. Un chic, le podría provocar una corrosión cuando se produjeran los primeros sudores por las incoherencias que le empiezan a golpear a él.
Al principio, la patina de todos los apriorismos aprendidos, hace que cualquier razonamiento le resbale a una velocidad que le da seguridad. Si se va rápido, es que es muy seguro lo que yo defiendo.
Con el paso de los días, ves corretear a uno de tus vástagos con un ruido que ya lo quisiera para sí una carraca. Una hora, dos, por la cuarta algo no te cuadra; ves las imágenes de Gaza; un niño con su cabeza destrozada y mira que el tuyo te tiene en una dimensión del caos, pues te hace vomitar la visión de ese asesinato deshumanizador.
Gigi, el golpeador, se queda mirando ese coche eléctrico; luego le llega la palabra Democracia, mil veces, como diría el del chiste "pocas me parecen" y te aparece el capitalismo de Canada, del embajador estadounidense Santana que te dice que el exponer a los jueces a ser votados por los ciudadanos no es justo. Lo va a hacer el México de Claudia Sheinbaum. Gigi, se vuelve a rascar la cabeza; claro, con la mano zurda y con el guante, ante el peligro que se la are. En su fuero interno se pregunta, si yo soy el apaleador en defensa de una democracia y en esta se ha votado y deciden los ciudadanos que van a dar su confianza a los jueces que ofrezcan una actitud, al menos, de análisis ante, por ejemplo, un tratado internacional que me perjudica a la hora de comprar un coche para mi prole que sea más barato.
Tu, esperando el guantazo, ese que se ha virilizado ahora que tienes que aguantar a cambio de un dinero, siempre menor del que obtiene el que edita el video de tu estupidez. Como decíamos, inerte y ensombrecido tu futuro, miras al orate, ahora ves en él, una pequeña luz; algo no me cuadra, susurra. Me he cansado de decir que antes, antes, antes todo era mejor, pero yo no vivía en aquel entonces.
Luego veo al niño decapitado, ¡coño! que ni mi niño, el de la barrila a prueba de hipnotismo y pastillas calmantes y por fin, si con el capitalismo bueno de entonces, que nosotros defendemos, quedamos peor que unos zurdos porque hacen que todos los coches parezcan comunistas los precios.
Sus ultimas palabras, cuando se vuelve y me da la espalda, son que se "está chinando"; yo, imprudente, me da por preguntarle, ¿entonces no me vas a dar la hostia?
La cabra tira al monte, mira que lo he oído mil veces, pues mil veces y una, como las noches, que cometo la misma estupidez. Se vuelve, me mira, había antes una gran superioridad, en los ratos anteriores en los que nos cruzábamos la vista, entre la mía, hundida y la suya, inyectada en martillos de odio.
Se dirige hacía mí, firme; doy un paso para atrás. Me habla, no rezuma; me pide que le desaté su mano derecha.
Dudo, como no voy a dudar, si en esos vídeos repetidos a cámara lenta se observa como el cerebro se descoloca y a duras penas vuelven a su orden primigenio.
Me interroga, y eso me alivia, dicha sea la verdad, y dices que en el programa de ayer de la Base: Inna Afinogenova e Irene Zugasti, junto con Alina Duarte analizaban como Cánada o Estados Unidos o España se niegan a que se elijan jueces por los ciudadanos para que si un tratado perjudica a sus industrias, se difame al dios capitalismo que tenemos en nuestros altares.
Se alarga en sus divagaciones, disertaciones, lo cual no esperaba, dicho sea con sinceridad; ¿qué pasa con los jueces actuales? ¿ayudan a las empresas ya establecidas y perjudican a gente como yo?
¡Uff, me dije para mis adentros, aquí va a pasar algo.
Luego reflexione y supe que no era para tanto: porque uno se plantee poner limite a su tarifa de golpes, por alguna pequeña reflexión, no va a pasar que hay una manada de búfalos que siempre estén dispuestos a salir en estampida, por nada; quizás porque a alguno se ha movido porque le han metido una guindilla por el culo; lo cual seamos justos, con almorranas, escuece.
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