lunes, agosto 26, 2024

Viento

 Al levantarse esta mañana, observó que las cosas habían cambiado. Después de las dos primeras horas de su llegada, tenía todo colocado, porque la práctica, pese a su cabezonería le había hecho comprender que el caos de otras veces, podría invadirle de nuevo  En aquella situación había desaparecido su hijo, absorbido por un agujero al que no dio importancia en repararlo, cuando se percató aquella tarde de la temporada anterior.

  Aprovechó que ellos jugaban con aquella máquina, para poder instalar el material que utilizaría en los siguientes días de la forma más eficientes.

  La arboleda era frondosa, joven y mecida por unas gotas que parecían navegar por aquel espacio. Más adelante corría un manantial que con el paso de los años le parecía mágico; apenas decrecía aunque alguno de las temporadas de verano habían sido muy cálidas. 

  Se había alejado del sendero porque tenía como obligación de aquella temporada, aparte del proyecto que le había llevado hasta allí, leer a Tom Spanbauer. 

   Los caballos tenían memoria del año anterior; enseguida encontraron al hipnotizador que se había librado porque ya estaba enganchados que nos devolvió a las montañas gélidas en las que pasábamos largas temporadas.  

   Aquellos primeros instantes de la tarde, libres de mi custodia, encontrado el hipnotizador, los équidos le hicieron creer de su docilidad; él la achacó a sus poderes. Stern no reparó en el aquelarre que se estaba produciendo.

    Cuando le tuvieron confiado, lo suficiente cerca para aplicar una coz cada uno de mis caballos, se la insertaron, uno sobre el pecho y el otro, en el brazo derecho de aquel aprendiz de brujo, Le dejaron que se recuperará y a continuación lanzaron un sonido que era la respuesta que le daban a mi hijo cuando jugaba con ellos;  a mi, embebido en mis tareas de dar ser más pragmático, me pareció que podía haber vuelto, pero mi racionalidad lo achacó a mi mente que le regresaba una y otra vez, al espacio por aquel orificio, sintiendo la impotencia ante la realidad de su ausencia.

    Eurión, hipnotizador de profesión ponía en su tarjeta, supo también lo que querían conseguir los caballos. Desengañado de su poder, tras sufrir otras dos coces de cada uno, emprendió una lánguida y penosa marcha. 

    Supuso nuestro ávido lector de Tom que les habría llegado hasta un pequeño acantilado desde donde mirar correr las aguas. Allí, entró en pánico, tras recibir otra tremenda ración de patadas en lugares más cercanas a lo vital. Se puso a arañar la tierra, de forma lenta, luego mirando a los ojos de Cuki comprendió que debiera acelerar la resolución de aquel sufrimiento. Ante la aparecieron de unos huesos, recibió un último golpe de Conan que le arrojó sobre las aguas, en las que permaneció inerte y boca abajo, llevado hasta una corriente.

    Cuando acabó de colocar la tienda en la que permanecerían en el siguiente mes, llegada la noche, paseo con los caballos, hacía aquellas aguas, donde encontró al hipnotizador. 

    En aquella noche tenebrosa, le sacó de las aguas para enterrarlo el día siguiente. 

    Volvieron a descansar y al día siguiente, no encontró el cuerpo sin vida. Pensó que la gran tormenta de la noche, le habría arrojado sobre las aguas de nuevo. Arriba del acantilado, pensó en la inteligencia animal que habría construido un túmulo con el cuerpo de alguno de sus semejantes. 

    Sintiéndose concernido con aquella pequeña tumba, la depositó uno de los anillos del cádaver de la tarde anterior. 

     A los animales les embargaba una tristeza infinita; él les buscó para compartir su desazón. Acarició su testuz y se dispusieron a regresar, distintos.

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