lunes, julio 10, 2023

Un FA sostenido

 Cuando les oí gemir por encima del FA agudo sostenido, subí la intensidad y busqué el FA pero aquel día había estado con Gema y me faltó todo lo que le había dado a ella. No lo esperaba porque pareció que todo se me sería concedido.

   Es más, por la mañana, que es cuando salgo a correr, había encontrado a aquella pareja desnuda, fundidos y vistiéndose uno del otro con besos, arrumacos y éxtasis. La revuelta de aquel estrecho paso les concedió unos centímetros para revolcarse; ella levantó, un instante su mirada, no me vio, toda ella era él y yo un elemento de un paisaje que ella ahora no contemplaba. Su cuerpo describía todas las curvas de la perfección y si con aquel mozo podía lograr el éxtasis, es que los cielos no estaban tan altos.

    Exploraba otras notas, para tratar de salir del círculo en el que me había introducido Bach; si viviera, le reprocharía su obsesión por demostrarme mis carencias, como eso no pasaba, debía acabar reconociendo todas mis faltas, aunque la otra opción que se me abría ahora, era ser más desvergonzado que mis carencias. Todo eso pasaba ahora; políticos de una derecha, siempre faltona, se reconocían con derecho a repetir " Que te vote Txapote", para echar a un presidente de gobierno legítimo. Podríamos reírnos de la catadura moral de esos personajes que, a lo largo de los años, lo han demostrado de forma fehaciente. Viven de eso, bien, y llevan anclados en la política porque ha sido una forma de vida que les ha permitido vegetar como cualquier otro insecto chupóctero de verano, la única diferencia es que estos últimos desaparecen cuando llegan los fríos.

  Te produce escalofríos, cuando en una plaza de toros, se hace ese mismo grito unánime mientras otra bestia está siendo asaetada, en nombre de un arte que termina con la muerte de un toro que ha sido rodeado en un espacio cerrado, por matarifes y sádicos que disfrutan del dolor inferido en el otro. 

  Busco el sonido de la canción de Roger Waters en "4:50 go fishing"; mientras la escucho por la calle de una ciudad cualquiera, veo a mi admirado Willy Veleta  entrevistando a diferentes personas; por  detrás observo como pasa un cuarentón de esos amigos que podrían tener estabelcidos, vomita "¡qué te vote Txapote!", no se queda, se va dando la espalda; congelas la imagen de ella. Su cerebro estará recibiendo los placeres que segregan la neurona que ha recibido un estímulo positivo. El intrépido periodista le interpela, no podríamos decir que huye, tampoco que razona. Sólo que hace tiempo, una desvergonzada presidenta de una comunidad autónoma lo dijo y como gana por mayoría absoluta, pues lo suelta para ser él también ganador. 

   Estoy seguro que si mirará a Oskar, y se lo intentará decir, las palabras se quedarían en su dentadura con el mismo efecto de la nicotina; oscureciéndola por la bilis irracional que tanto daño produce. 

   No le podría echar en cara que haya intentado ayudar a quienes ahora tienen un salario mínimo, más justo, ni podría apoyar en el sector jubilado que han visto subida sus retribuciones, hoy que nos damos cuenta lo difícil que es mantenerlas, porque los diferentes gobiernos no se atreven con quienes roban, ni pagan lo que les corresponden en su "amada España". Esa espalda, congelada, con la mente siendo portada en "andas" sobre las cuatro neuronas, tendría que explicar muy bien, como Matutes no ha ayudado, más que sus idiotas palabras, a que se cumpla la "tomada" Constitución con el derecho a la vivienda.

   Llega el minuto 4 en la canción. Tienes la tentación de abandonarte en esa belleza, mientras a lo lejos oyes a la incombustible Nieves Congostrina denunciando algunas de las innumerables ocupaciones de sea hoy domínicos, anteayer los jesuitas, o esos opusianos, que santifican sus actos aunque sean las mentiras tras una tragedia aérea. Buscas la mano de ella, te despides de Willy y camina al minuto 5:40, el inefable saxofón, te saca del verano que te dará un otoño donde el instituto, que ahora te parece tan lejos, estará mostrándote las hojas cayendo, y los marrones, no serán todos los que te han metido aquellas papagayos desacomplejados, sino la madera con la construyes barcos para atravesar tus océanos.

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