lunes, julio 17, 2023

Dos ilusiones

 Me asomo a la calles, no están los chicos de ayer. Son dos jóvenes en camisa de manga larga; no me cuadra; pudiera suceder que fueran cazatalentos, cazafantasmas me sugiere la mujer. 

 Había acabado la sesión, me disponía a limpiar cada una de las partes del saxofón, en un proceso al que le doy su importancia para evitar acumulaciones innecesarias.

 Existen días grises y piensas que esto no va a ir hacía adelante; después de un rato, el profesor con su infinita paciencia te recuerda la veces que has limpiado este aparato en el último mes. Vale cero; si, que iba notando alguna cosa estridente; vale que, vamos a llamarle moho, aparecía por alguna de las esquinas, pero claro, aprender todo, pero me había olvidado de lo primero. Por eso volví al protocolo, para que ninguna parte se quedará sin limpiar, como ayer un surco se quedó sin recibir agua.

 No leo a Chuck y cuando eso sucede, pierdo yo, porque él te muestra lo común y tú, estás a tus cosas como para recuperarte después de un viaje frenético por Singapore. Nada te parecía viejo, pero todo estaba repetido, aunque era la forma. La forma era salvaje y las bellezas de las islas, también. Era todo tan exuberante que mi mujer y yo tuvimos una primera experiencia en el poliamor. Yo, soy un clásico, me veo a los dos chicos de esta tarde, tan arregladitos, tan en sincronía, que me nace una ternura hacía ellos. Sin embargo, después de aquella noche, no quise decirle nada a mi mujer, sobre los posibles hombres de la biblia, y que la quitan el rollo; me lo ha dicho alguna vez, mira chico, yo veo a esos dos bellezones desnudos y mira que no me importa, pero, coño, me has sacado a la plaza y les he visto de tal guisa que me ha venido el sketch del budista de Faemino y Cansado. Me repite, porque lo he visto, que ha querido evita un bajonazo y que se ha ido hacía y les ha dicho de todo. Vende religiones, meapilas. 

  Se ha quedado a gusto, primero, pero luego de piedra. Era el chico de aquella isla tan pequeña y disfrazada de chico, aquella joven que, como diría los escritos, me derribo de mi cabalgadura. 

  Así que nada, les hemos montado el paripé, les hemos regañado por todo, en todo y con una fuerza que no nos es habitual; el caso que ellos, como huyendo, se han terminado metiendo en nuestra casa y claro, saco un poco de fuerzas, para escribir a Dylan, si cuando iba sacando las tarjetas con la lectura de las letras, era porque también andaba en eso del poliamor, un tiempo para lo visual y otro para la voz. 

  Si tuviera que describir el placer de esta tarde es por todo lo que nos resta de noche, que me hace sonreír.

No hay comentarios:

Siameses y mercader

Siameses y mercader
Zaida, Fernando y