lunes, julio 24, 2023

Tomate

 Me lo dijo ella, tras hacer el amor como hace años que no lo había hecho; entrega y exploración total de una y el otro. Toma te un descanso pero sabes que esto no ha acabado. Descansé , no sé cuantos siglos, y me dispuse a ir al huerto. Ese día tocaba regar y descubrir si mi invento de chapuzas tiraba para adelante. 

  Di un respingo y caí para atrás del sobresalto, al abrir la puerta del maletero miré para el huerto y ví el primer tomate ya con el color carne, que me asento por un instante, en la interminable noche anterior.

  Me lo habia dicho ella, lo había mamado yo. Era el tiempo de no dejar perder ese instante. 

  En otros tiempos se aceptó que te reprocharán que no habías hecho nada en  aquella entrega mutua. 

  Si, reconoces que habías descuidado aspectos cotidianos, pero es que habías convertido a su cuerpo, en un viaje interminable a un descubrimiento por devorverla todo lo que creías que merecía y ella te había entregado, por supuesto, con más detalle en las cosas pequeñas, que ella si sabía valorar. 

  Cada parte, cada espacio era un lugar de pacto y encuentro. Fueran sus dedos del pie, que chupabas como un irreverente masaje;  fueran sus rodillas, ante las que te arqueabas para darla la placidez del contorsionista que protege la articulación y descubre el infinito de sus besos oscuros en el hueco plopiteo.

  Coger sus muslos en "andas" para que la lengua fuera la traductora que dijera lo cerca que estabas de entendimiento era sentir como se quebraban los muros de las diferencias y se abrían en un sésamo las puertas de los tesoros.

  Recorrias la avenida de la fértil barriga y compartías un dedo para el silencio, porque otro lenguaje hablaba y para que conociera los sabores de su placer compartido. Montabas con tus labios y lengua en el carrusel de sus pechos, por los que subías y girabas con el vértigo de una montaña y antes de aposentarse en la cueva, como para convencer a sus guardianes dientes, al cuello le abrazabas con ósculos y a sus orejas la bañabas en la piscina de tu boca.

  Cuando, al fin, las bocas eran exploradas con avidez y detalle. Sentías con ella que era el momento de fundirse.

  Y tú me dices a mí, que no debo pactar con las diferentes partes de un país.

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