Escuchando a Paul Desmond mi mujer me pide otra vez; no comprende que no puedo estar satisfaciendo sus necesidades, un momento sí, otro, más.
De hecho, cuando hemos llegado a la cueva, hemos tenido que parar por un tiempo interminable. Nadie nos habíamos cruzado, con nada nos habíamos parado. En los tiempos de las bestias, eso supone, no poco alivio. No siempre suceden estas cosas, entre las diferentes arboledas, nacen plantas que tratan de agarrarte para poder ellas subir a sus propios cielos; o crecen las hierbas donde se refrescan los escorpiones.
Todo se hace posible, cualquier cosa puede hacerse necesaria. En las mañanas donde la brisa del mar se confunde en la quietud del cielo; una vela primero lo va rasgando como para penetrarle sea ahora orzando, sea ahora arribando. Se orienta la proa hacía tí y desde ella, lanza un cuerpo con el que te embelesas y una mirada de saber tus deseos; piensas que llevará su timón hacía sus senos como erigirse aquellas dulces subidas, en unos inexpugnables Annapurna. Sientes que el frío de sus cumbres, te congelarán los pies para buscar trazar la senda de entre las nieves nuevas que parece edificar en cada insinuación; en aquel largo último año, nuestras miradas se fijaron y congelaron como esperando una lengua que deshelará aquellos hielos caídos sobre los ánimos. Ayer te fijaste con unos ojos rápidos porque su cuerpo se escabullía descifrado por los contornos de una tela que a duras penas podía tapar su exuberancia. Hoy, con tus palabras buscabas que el lejano aquel y el ayer, se uniera en el homenaje definitivo, con tus palabras por si pudiera derretir lo que eran nieves eternas.
Te ha dado la sensación que todavía no han empezado los deshielos y que toda la equipación con la que te has ido equipando; todos los libros leídos, incluso aquel de "la vida sexual en la vida marital" que había aparecido entre sonrisas en un desván de aquel agradable lector, se hacían líquidos y se escapan de la lengua de tus dedos con la que le anunciabas el idioma común en el que la invitabas a participar. Seguiremos escuchando a Miller y Desmond porque en los adioses, los vientos de la pasión, anuncian lo que se escapa y la lanza besos con unos labios constructores de cielos a los que la siempre, se los abrirá.
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