La luna, hoy a las diez de la mañana, estaba esperando que le diera los buenos días. Al mejorar la valla, si he tenido que levantar la vista. La he mirado me ha maravillado porque se empezaba a descomponer, aunque la tenía casi a mano; he pensado en ella y he puesto mi atención a los hermosos granos de uva que han quedado a la luz, después de escardar las cepas. El momento, con sus matices, me ha parecido profundizar en los tiempos que vivieron los que, ahora, me la entregan para poder insertar en mi memoria, esos instantes de belleza-
Subido en esa luna, me he descolgado por la pancarta de lo imprescindible. No existe el equilibrio cuando se imponen lo superficial sobre lo natural. En Zaragoza, como en otros tantos lugares se construye para exhibir la prepotencia del ser humano, además de favorecer la corrupción de pagadores y receptores que confían en su suerte y en la de sus sucesores para no tener devolver los frutos de su indigencia moral y su postración ante el dinero por encima de las vidas y la calidad de vida de los ciudadanos.
Ayer en Madrid, diferentes sindicatos de Vivienda, un derecho Constitucional se enfrentaron, no a quienes habían descolgado una pancarta del odio y la prepotencia; tampoco se enfrentaron a las televisiones que las mostraron con profusión porque era denigrantes hacia unos políticos que en esta época, han sido quienes han creado una sociedad más justa. Estos sindicatos, con contundencia, lo hicieron contra las grandes empresas que alimentan a unos y a otros.
Visibilizamos a
- A esos grandes conglomerados que han ganado más cuando nosotros lo hemos pasado peor. Esos que dicen que producen riqueza, cuando somos nosotros, los imprescindibles
-. Dicen que existe una ley para controlar los precios. A ellos no les ha afectado, porque exhiben a su bocazas macarras, a sus políticos amorales, a sus pobres que dicen que los otros pobres son los que les roban.
Por la luna me descuelgo para visualizar lo que sí que cambia el mundo. Los Henrys, Diegos, Domingos, que veo muy de vez en cuando, pero sé que siempre están ahí. Les siento como compañeros, hermanos, que se enfrenta a lo que hemos convertido como obvio: que la vivienda es algo con lo que especular, comerciar, mentir y alimentar a las bestias.
Por la luna, nos descolgamos para enfrentarnos a los odios de quienes nos guían con sus dedos a nuestro satélite mientras construyen muros para atrapar en la pobreza a la vez que proyectan sus edulcoradas y mentirosas realidades que hacen llorar a quienes creen que la familia es la de un proyecto de blanqueamiento de la sociedad, donde el diferente se ha escondido sobre alfombras de conformismo a las que pisamos en nuestros actos cotidianos.
La luna parece haber cumplido su función, para una mente que aprendía a distinguir ramas esenciales con las que quitaban la fuerza a las uvas. Nos, llaman para que nos descolguemos con actos, para tapar con nuestros infructuosos silencios.
No hay comentarios:
Publicar un comentario