Un hombre se queda enfrente de una línea imaginaria trazada por los políticos para crear naciones, no la traspasa. Alguien, en el otro lado, ondea una sonrisa que se ha quedado para siempre y exhibe una bandera en la que nadie es más que el otro
Otra persona se queda paralizada, no camina, se atiene a su circulo intimo en los que ha sido encerrado. Su burbuja le genera comfort, nada parece inquietarle, todo lo demás le es ajeno. Por su exterior, de lo que podríamos llamar un ruedo, corre un río de sangre; para ese espectador de lo externo, tiene una belleza extrema, las luces que caen sobre el manantial crea emociones, a veces de ahogo, otras, de posesión de postales de belleza sublime, con las que calmar su sed de poder sobre las cosas que le rodean
Montado en ese río circular exterior, un ser humano camina por los bordes de otra circunferencia, su trabajo no le da la suficiente autonomía para poder dar una vivienda digna a su mujer e hijas.
Desde su balcón, nuestro primer personaje contempla el espectáculo de la segunda familia, que, además, camina apesadumbrada en zig zag, como grogui por los golpes que va recibiendo en sus caóticos pasos a la dignidad. Hacía estos últimos, se acerca una pareja de policía. El primero vitorea cuando les aleja de su hermoso jardín a quienes, al fin y al cabo, son de una imagen molesta
Un cortejo se acerca con gran pomposidad; desde su balcón-palco piensa que alguien importante pasará cerca de su exclusiva casa. Lógico porque ha llegado a un momento de su vida, en el que él es parte de una élite. Fanfarrias, gentes fustigándose por un éxtasis en el placer de poseer, faldones por el suelo que portan a chámanes que andan con gran prestancia.
Con gran empaque, investidos de una gravedad y majestuosidad, van tomando parte de lo que se van encontrando. Cuando llegan debajo del palco privilegiado de nuestro protagonista, los gerifaltes mandan aposentarse a su séquito sobre parte del jardín. El dueño de la burbuja queda admirado del desparpajo de esa corte, estos son banqueros que reclaman parte de sus comisiones por haber dado tranquilidad a esa casa círculo. En un primer momento, quiere rebelarse, le querría llamar ladrones, cuatreros, canallas; nunca había visto tanta desvergüenza cabalgando desenfrenada.
Reflexiona, se da cuenta que está sentado, encerrado en su círculo faro, con una excitante bebida, con una bella mujer y unos hijos prometedores. Todo lo que ve ahí debajo, tiene una fuerza tremenda. Su espíritu luchador le hace preparar un plan de ataque. Siempre le apasionan las estúpidas películas de acción donde un héroe sale siempre ganador ante cientos de luchadores con habilidades criminales, enfervorecidos por derribar un mito, que es él, ser supremo. Tras múltiples croquis y esquemas; habiendo estudiado a los mejores planificadores de robos, elecciones o conquistas de un país, desiste, vive bien y ha comprendido que no le gustaría que su burbuja se rompiera y tuviera que estar navegando por los ríos de sangre, tan espectaculares de ver, tan profundos para ahogarse los suyos.
Sin darse cuenta, desde la parte que le han quitado, nacen enredaderas, plantas carnívoras que van subiendo por los pilares de su casa. Alguna parte de la flora, la más rápida, la más voraz, le quita de su mano, los panchitos y bebe de la copa de su mujer.
Siente que debe hacer algo; comprende que sólo deberá ser comparsa de un decorado de magnificencia.
Cree haberlo comprendido, sobrevivir ha dejado que sea lo más valioso en su triste paso por los días.
En el otro lado, nuestro hombre que no pudo pasar la frontera y se quedaba horas viendo la tierra de sus encuentros y vivencias, a las que no volvió, recuerda a Ana Garbín Alonso, la mujer que exhibía la bandera de la CNT; el sueño de construir con la otra, sin dios que nos someta, patria que golpee al diferente, ni rey que simbolice nuestras sumisiones.
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