Sobre ella había recaido una responsabilidad inmensa. Nadie daba un duro por su futuro después de su fracasado viaje a Singapore donde creía haber encontrado la poción mágica para la obtención de unos ritmos que parecían exclusivos de aquel país.
Lona había amado la cultura coreana; se había revestido de toda su parafernalia y sus ritmos eran agitados como aquellos videos tan sugerentes. Cuando le llegó aquella información de ese nuevo país, no se lo podía creer aumentaron los Beats y todo era más atrayente. Estuvo unos meses empapándose de todo aquello y llegó Mayo, emprendió el viaje; había partido sola, abierta a ser por fin la bailarina que había soñado, con el ritmo de su propia música.
Había contactado con un guía establecido en aquel país; aquel Pérez, también visionario, un tipo de viaje a otros tiempos por los que buscaba integrarse en el actual; se había alejado de los lejanos y de los que la rodeaban.
Llegó a unas de las innumerables islas y se asentó. Puso una silla, una mesa, ahogó con premeditación el móvil en la orilla de un océano y empezó a leer; a Palaniuk y después sintió el ahogo de la insinuación que le hacía pero era de retomar la navegación pero pausada, tomando nota de lo que era, conocía y estaba dispuesto a soportar. "Plantéate esto", era una incitación al orgasmo pero ahora el de aquellos días. Eliminando los tiempos finitos y arrojándose a los arrumacos de las olas en éxtasis
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