domingo, julio 09, 2023

Sin trofeos

 Se exhibe el trofeo; despiertas todas las mañanas para salir por la bocana del estadio y contemplarle. Si ganas, a ti no te recibirá el rey, ni una estrella musical te compondrá una canción, ni tan siquiera tirarán petardos en tu honor.

  Miras, callas y no otorgas. No concedes que lo defendido por ti, sea una competición. Ese ha sido el triunfo de quienes gobiernan por encima de las leyes, de quienes te muestran el enemigo, que puede empezar por ser sucio para luego poner en duda que defienda a España, porque entre otras cosas no le importa que nos invadan mulsumanes. Estos proclamadores de la existencia de un Dios, padre de todos nosotros, nos señalan porque amamos la muerte, las de los no nacidos y además, no queremos a nuestros múltiples hijos, porque decimos de pagar el impuesto de sucesiones. ¡Con lo que hemos trabajado para ellos!. ¡No quieren ni a su prole!

  Y ahí andas aún, te dice tu mujer con la que no has dejado de sentir el gusto de follar; porque además, no sabemos construir el amor.

   Me olvido por hoy de los que entregan el trofeo, mañana será otro día; descubrirnos en la otra, es un viaje imborrable

   Te levantas en medio de la noche a beber agua y en tu sillón un chico fornido con la camiseta de desocupado, se derrumba y te pide perdón. Quería no sentirse un esmirriado, había venido de un pueblo. Su abuelo seguía trabajando, entre otras cosas, para olvidar tragedias como la del católico nombre de Jesús que así se llama quien ha asesinado a una mujer en Lavapies está semana; a mi yayo, le han desaparecido a un nieto, otro familiar, quizás más pobre, pero no sólo de dinero. 

    Me sigue contando, ya, en la imagen de ahora, le ofrecieron trabajo en esto de echar a los okupas de la casas invadida. El vive de alquiler; se lo quieren subir. La lona del otro día, la que pusieron encima, de otra que le pareció muy macarra, le hizo reflexionar.

    Son las 5 la mañana, le digo que espere, me visto. Salimos de casa y un coche con música de un tal Soto, nos salpica de agua y barro. Caminamos por la ciudad, alguien canta y nos pone la letra en los carteles. No creo que sea Bob Dylan, me imagino  que esa mujer niña rubia también le odiará a él, quizás porque las sombras la invadieron, y aquí si que es demasiado tarde. En el cajero del banco hay un luz. Tengo que sacar dinero, te importa, le pregunto. 

   Me dice que todo le resulta extraño que él se veía en el equipo ganador. De repente calla, mira arriba. Señala, no me he percatado de su aviso, yo estaba mirando a quien dormía entre mantas en la entrada al dorado. Insiste, me pregunta: ¿pero ese no es Feijóo, viviendo en casa de un banquero? 

   Y me confiesa, no ves, no me cuadra, un día, nos mandaron a Galapagar, a casa de los que llamaron perroflautas. Al entrar le dije a Pablo, no te extiendas, que tienes mucha labia y me han dicho que vaya al grano. 

  Abrevió, me enseñó todo hipotecas, ¡todo! Yo que me había tragado todos los chistes vejatorios contra él, ahí me tenías, saliendo a pasear con su perro. El viento es primaveral, sobre un andamio esta Youssef, nos saluda; nos repite una y otra vez, Pablo dile que tengo papeles, que trabajo de sol a sol, pero ya no en una huerta, explotado; ahora demuestro mi nivel, la gente valora como construyo; lo que si me es difícil, es que todos me piden "en B", "En B", vamos un agobio. No le digo nada, me quedo perplejo de tanta españolidad.

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