miércoles, septiembre 30, 2020

Esos señoros

 Se presentan dignos, investidos de ropajes y pieles con la que nos dicen que desprenden distinción. Nosotros miramos todos sus actos admirados de como no pierden su compostura en mitad de tanto rotura en todas sus vestimentas. 

Tienen controlado que cuando vamos, porque dan vergüenza ajena, a decirles que sus parciales jueces (si, dan vida a esta contradicción) están metiendo el contrapeso de su ideología en un lado de la balanza. 

Ellos nos hablan que la balanza está galvanizada con un acero, según el momento, extranjero, o de una región enemiga. No razones, alguien, en un lugar lejano o no, te dirá la importancia del color verde para que reluzca en los atardeceres. 

Algunos días, te entran duda de si el liberalismo salvaje, o neoliberalismo, más chuli, no es una clase de Robin Hood invertido o gansterismo, si nos dejáramos de zarandajas, cuando toman, siempre, siempre, el dinero público, en excesiva glotonería para luego seguir demandando a los ciudadanos a los que previamente les han devuelto calderilla para que se vean libres, por lo menos hasta que puedan. 

Muchas veces hablan de republicanismo, de comunismo, de ecologísmo como si el ser humano se asomará a un abismo; ellos parecen no tener cerebro para plantearse nada excepto el dinero. 

Pero tienen esa ideología macabra que se apoya en imágenes, a las que cogen para arrojarlas contra el otro. Una bandera para darle con el palo; un rey para hincar la corona; una religión para crucificar al disidente. Curioso esa toma de los vestigios, entre los liberales que eliminan al otro. Pero bueno, es lo suyo, no podemos forzar la máquina del raciocinio, sobre todo porque cuando levantas la vista puedes haberte quedado sin blanca, y si ahí, radica su ideología, los tentáculos de sus raices profundas en el supremacismo de quienes siempre estuvieron mandando, pegando, sobornando, degradando y fabulando tiempos en los que no fueron ni héroes, ni honestos

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