miércoles, septiembre 23, 2020

La calabaza y yo

 Espero que siga creciendo mi calabaza. La semana pasada puse una cámara. La veo, me gustaría que sintiera el amor que la profeso. Canto letras de Dylan, como el otro fin de semana de Jhonny Cash. Ella parece recibirlas.

 Soy un poco egoísta, quizás la lectura del mundo mentiroso de los adultos me ha puesto ante mis fantasmas y saber que ella duda de mis buenas intenciones. El amor, eso que tanto la nombro y que me escucha desesperado que haré por su mirada aunque, a veces, me parezca torva y rastrera, puede parecerle caduco. Sabe que ante tanta pasión existe un punto de cinismo, de autosatisfaccion que busca su plenitud sin encontrar formas afrodisíacas

En las noches caídas de este verano interminable, en mis pasos cansados de una carrera errática vuelvo a ella. No sé qué hacer. 

Parece como si supiera que si crece en exceso, la utilizaré de carroza para montar a los desvergonzados que inauguran un puesto de gel por donde pasan miles de personas. 

Joder, no comprende el honor. Pasear a alguien que se mea encima de la necesidad de ir en metro. 

¿No es un honor exhibirlos como unos auténticos canallas?

Es lo máximo, vale de acuerdo, en perversión. 

Si, si me haré otro huerto. Si a ver si chismorrean de eso.

Madre mía, inaugurar un puesto de gel tras seis meses de pandemia. Delante de las cámaras. ¡Goeppesl, eras un mojigato!. 

Os protegerá el ejercito. Pero la dignidad que no se tiene, no se puede salvaguardar

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