miércoles, septiembre 02, 2020

Cancerbero

 Durante años, seguíamos a Miguel Ángel, Arconada, Zubizarreta, Mario Pérez, como nuestros porteros favoritos. Cuando llegó el momento, nos empezamos a fijar en otros. En los centros donde íbamos y con los que bromeábamos, en el colegio y el instituto donde trabajábamos. Allí hemos encontrado a seres que en silencio han conseguido que estemos tranquilos, seguros, con su cuidado y aprendiendo a saber cual es nuestro sitio. Por si alguna vez, la soberbia, nos hace estúpidos. Miguel Ángel nuestro "conserje", estuvo siempre ahí. Eso si, le conseguí eludir en la taquilla del amor por la música. Cuando yo entraba, él ya estaba colocado en la primera fila para escuchar los ritmos que nos elevan. Ahora, mientras escribo, Dylan entona un nuevo himno, en el que pido entrar, va para tí, Miguel, en las melodías, ritmos que cada vez me atrapan más, escucharé la caja donde tus manos seguirán buscando "el cante" a la vida.

Nos embarcamos en la atención a las aguas sobre las que navegamos en nuestras enseñanzas aprendizaje. Vemos que vienen olas agitadas, con gran virulencia pero que terminan en absorbidas por lo cotidiano. No podemos dejar de mirar otras que vagan silenciosas, como no queriendo significarse, que al cabo de un tiempo desaparecen o que encontrando unos arrecifes que las aceleren, terminan siendo, en parte violentas, en parte engañosas; tu nos permaneces tranquilo hasta que no las ves alejarse por el horizonte. Aunque, ha pasado, un cambio repentino de viento y de olas en su empuje; las vuelve a traer para recordarte el mal gusto que te dejaron en su momento. Surgen, inmensas por el recuerdo que te dejan  y la alegría que te da el haber sido parte de sus tubos, su crestas gloriosas, con olas preciosas. Te sientes surcador de vidas, aunque ellas eran las capitanas de sus vidas.

En estas largas travesías de años, has corrido el riesgo de creer que tu eras el navegante solitario que se atreve con vientos huracanados, gélidos, o encalmadas de días de obuses y sin embargo, no era así, existieron los timoneles que sabían escuchar los objetivos que pretendían y que dirigían la embarcación por la ruta adecuada, leyendo todo lo que se avecinaba. Estaba también, en el palo mayor, el vigía que sin avisarte había dado las indicaciones oportunas para que ante el rumbo marcado, tú no encallarás en arrecifes y golpearas en piedras que no habías intuido que te estaban esperando para embarrancarte o hundir si habías dado en el talón de Aquiles de esa, tu demasiado débil embarcación; no te lo decía, y, a veces, te enterabas para sentirte en lo pequeño que puedes llegar a ser. Otras veces, cuando te habías metido en el ojo del huracán que no habías intuido y además te encontrabas dando, palos a ciego, sin saber adonde ir. Él te encontraba la salida para que aquello, que prometía ser un caos de desastrosas consecuencias, se convirtiera en una pequeña anécdota de la cual parecías salir vencedor-

La enseñanza es una gran nave, con muchas velas, cabos, que son movidas por seres que siempre están ahí y te hacen sentir parte de un gran proyecto. 

Son seres que te crecen

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