sábado, septiembre 26, 2020

Egorror por deshacer

 El señor "exquisito" está horrorizado al recibir el olvido que ha estado sembrando durante largo tiempo. 

No perdona su cosecha y se hace el ofendidito y sin embargo, de reprente tiene enfrente los abrazos pérdidos de quien se asomó al abismo de enamorarse para conocer un dios nacido; se encuentra con una mirada que tenía dedos de corazón con los que toco el instrumento para una travesia de belleza en las tempestades, en las encalmadas y en los vientos rolantes que les unió en las telas sobre las que yacieron para desplegar los matices en los colores.

Raro encierro pide clemencia cuando no hay bolsa sobre la que posarla. La mirada se agarra sobre tu vacio enojado. ¡Descerraja ese candado!, me digo, que no te pertenece. Existen módelos bucólicos en los que se busca calor; la realidad es deshacer los muros que son los ladrillos de adobe fabricados con los barros de la soledad y las aguas del tiempo que se escapa. 

Domesticar las inseguridades de la marejadas que anidan  en los cerebros que sintiéndose arropado por tantas voces que le insuflan oxígeno, en la noche crecen con los tentáculos que atrapan, sin el sol al que temen enfrentarse.

No tengo facturas que cobrar a nadie, por mucho que en mi cabeza cave la zanja que mi pala ha hecho muy profunda; la vida me puso en un barco, que con parones veraniegos, en sus tiempos de encalmadas, con sus viajes en veleros de telas majestuosas, jarcías para seguridades y mascarones de momentos únicos,  rompían la monotonía de travesías en las que tuvimos que toman naves diferentes con rumbos que, por paralelos, fueron, en gran medida, agrandándose por las ausencias. 

Una mano te acaricia tus sombras; el tembloroso tacto, en zozobras que vienen y van, da tanto amor, como el que durante eternidades compartió con ese ser que se entregó desde sus cielos e infiernos que con ella fueron travesias por cotidianedades que exhalaban magía.

Si tuvieras que coger el transatlántico más aparatoso para atravesar un universo en el que te hundes;  sus manos serían los remos con los que mueve la pequeña estrella en la que caes atérido por los encerramientos.

Él nos da los pinceles para que incluso con los miedos, soltemos los dedos de los amarres en los que creímos caer, para yacer al regar nuestra desaparición. Vuelve el toque fino sobre el cristal Bob Dylan, anuncia que nos concede otra danza con su poesía de ríos para bañarnos, hoy  bucearnos en una nueva canción: Nettie Moore. Si un día debiera ahogarme, que fuera entre las palabras de este viajero al que nos encanta llevar con nuestras manos encallecidas, en barcas a sus interminables horizontes de tiempos compartidos porque sus recompensas son islas sobre las que amamos tan diferentes encuentros

 


 



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