lunes, septiembre 21, 2020

Luces

 No es fácil distinguir si el coche me guiñaba el ojo o simplemente me quería sacar de mi concentración. Lo había cogido tarde, como atrapado por un lugar en el  que me había encerrado durante los últimos séis meses.

La dolorosa desidia de empresas de seguros que te cobran presurosas en silencio pero te atienden con una dejación que es falta de respeto, te recordaba que un corzo había perecido, por su bisoñez y sobre todo, porque de una forma inoporturna se había situado, raudo pero no demasiado veloz sobre mi parachoques. Ahora la noche me los anunciaba tras el manto de cualquier oscuridad que los transportará a la luz, que no sería bíblica. Así había salido del pueblo, con ese temor, pese a que el golpe había sido en una mañana que manaba claridad en los finales de Agosto.

Pasados los estrechos caminos hasta "el 103", fue ya en la gran carretera cuando surgió orgulloso ese coche que me guiñaba sus faros; me sugería mundos nuevos que ya parecían pérdidos. No quisé tanta pasión, quizás me perdí un amor infinito, ilimitado sobre el asiento trasero o quizás mi coche hubiera sido atraido hacía un camino único, donde el borde me pusiera ante su precipicio, decidiendo si yo era digno de otra oportunidad.

No fue sino en la entrada al garage cuando parada a un lado, me dijo que se me había caído el volante al salir del pueblo y que por la inercia de tantos años había tenido que el conduciendo con los dos volantes.

Les parecerá increible, pero no lo crean, también lo es que el funcionario que siguió las directrices del partido corrupto que permitió evadir, miles de millones, ahora con el nuevo partido que se erige, como el anterior, adaliz de la corrupción, no lo pague con él. 

Ocurrencias, poner al funcionario, servidor del Estado, como conejillo de indias de diferentes teorias económicas. 

   En alguna fiesta se puede haber vestido de Bugs Bunny, pero no está dispuesto para ser cocinado

 

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