Willy Veleta lleva años recorriendo una España viva, con seres humanos que han trazado sus vidas de esfuerzos, encuentros, amores, descubrimientos. Ellos son parte de una sociedad sobre las que nos podemos soñar, aún imperfectos, aún en los silencios en los que no nos debiéramos permanecer. Timotea, Oscar y tantos otros esperaron pacientes para que hubiera personas que no magnificarán la necesidad de mirar al futuro, sin haber respetado el pasado.
Los hay, Willy, cúal caballero leído de noches proyectadas en las brasas que revivian los momentos últimos en que un padre era arrastrado, por la despiadada mente de un odio que tenía semillas de fanatismo en interpretaciones de religiones, navega hacía las aspas de unos acantilados tallados en puñales de difícil elusión.
Nuestro periodista Veleta, se sobrepone, despliega sus velas, como lanzas en ristre y busca la complicidad con esas miradas que recobran sus pálpitos. Se une a ellas, para que el viento de su agitación fructífique en llegar a horizontes que siempre han sido alejados por los mercenarios que nacieron de aquellos venenos-abonos a los que siempre se les pone funda de prestigio.
No le importa no ser caballero, pero si corazón andante; no le importa no ser capitán pero si grumete que pone el micrófono para que capitanas de sus propios viajes, narren el alivio de haber encontrado entre sus encallecidas manos, o de sus caidas miradas, el anillo de quien le dió la mirada para construir un árbol con los ladrillos de besos, abrazos y amaneceres o encontrar las huellas que les lleven a los panales que endulzaron los pasados días de un invierno contemplado entre heladas y chimeneas con pantalla a las penalidades de cada día.
Desde su enmarañada cabellera, se deshacen lazos opresores por el cuidado con el que introduce el peine de sus preguntas para que destaquen los colores de los abrazos a los pelos de la madre, dados por las púas de los dedos de la que amaba la libertad de su niñez, aún no mancillada.
Willy Veleta, persistente viajero, que con contexto actúa como orza para que el continúo viento de los que durante 80 años han seguido recomponiendo sus traiciones, iniquidades y violencias, con palabras tapaderas, como pudieran ser patrias, banderas e himnos.
Cuando a la primera, la ultrajaron poniéndose en manos de mercaderes, regímenes asesinos y tierras vendidas al expolio, al que aún hoy, en sus velados mensajes parecen estar dispuestos.
A la segunda, cuando la enarbolaban en sus números, nunca en demasía para ellos; la utilizaban de señuelos para fijarnos en sus vuelos, mientras las que ponían en el suelo les servían para guardar los billetes con la que habían saqueado los sudores de los enjambres, que habían intentado ser justos en el reparto, de la mitad para mí, la otra mitad para que la sociedad que debe mantenerse.
En la última, sonoros y marciales habían tratado de mitigar los disparos con los que desaparecían a esos que tanto parecían temer y que eran sólo cumplidores con sus familias, sus alumnas, sus pacientes o sus ciudadanos que habían confiado en ellos.
Estimado periodista, con tu información para el conocimiento y la interrogación, cada imagen que pones a disposición de aquellos que descansan tras los encuentros, a veces, aún no; son tú mano tendida para que entre los riscos, nos recuerdes, como aquel hombre en la Concha, ¡inconsciente, que haces escuchando, sólo, entre las piedras de las violencias que te muestran!. ¡ Busca también la arena, para compartirla con esos seres con los que nos somos: construyendo sueños, que aún con la eterna ola que llega, habrá durado una vida.
Los ojos de un niño se liberan cuando la ternura de un micrófono acoge tempestades, como Dylan, multitudes de encuentros, ahora ya sí, significados
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