lunes, septiembre 07, 2020

El sin amor en mi máquina

 

No soy amante de las máquinas y claro ella, la desbrozadora, lo nota y no se entrega. Son muchos momentos en los que intento intimar con ella, pero siempre busco excusas para irme al fútbol, a correr, o que estoy con un libro en el que como el personaje de García Márquez, sueño compartir lecho con la mujer del guardia, para como un desafío con este gran fabulador, conseguir hacerla aullar de placer con las máximas exclamaciones que revivan los muertos del cercano cementerio. Reconozco ser más cobarde, para enfrentarme con el marido, sobretodo porque mi padre no le arregló aquellos sus problemas más íntimos.

Las máquinas, está en particular, es muy sensible, si no la riego con aceite es como si quisiera prescindir de los preámbulos con sus lubricaciones y las palabras justas que lleguen a los más recónditos segmentos de las neuronas que se sueñan tenerme de rodillas, aunque el arranque podría ser menos aparatoso, pero su resultado, siempre: acuoso-placentero.

No la veo por el poliamor, cuando ha padecido que en mi indiferencia, igual estaba con un zarcero que con ella. Quizás, en esta situación sienta glaciar indiferencia; tendría que verla compartiéndome con una exuberante herramienta. Si se hundiría o diría vamos para adelante o para atrás, pero vamos.

En fin, no ha agradecido, para nada los calentones que la he dado más de una y de 10 veces, luego veía que me quedaba dormido. Y una desbrozadora, es una desbrozadora; de principio a final, no está para medias tintas. La iba a decir: "si yo te contara...", pero ella me corta y me dice,:"te has puesto, pues acaba". Así voy aprendiendo a ir más calmo pero más, a las profundidades de un tiempo paciente. Se acelera menos, pero los dos aguantamos hasta el final.

Por último algo que no esperaba que agradeciera tanto es la grasa de las palabras rayanas con lo soez y lo procaz. Vamos que "nos engrasábamos y en nuestro tobogán de la pasión, nos deslizábamos hacia nuestro mutuo ensimismamiento.

Por ello, hoy he aprendido a estar más en sintonía con la máquina. Vamos con decir que apago la luz, ya mismo


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