sábado, septiembre 12, 2020

honeyland

 Si alguna vez me debiera acercar a la miel debido al lugar en el que vivo; podría decir que mi primera gran maestra fue la protagonista de la película-documental honeyland". Sería injusto negar que de forma espontánea y fugaz han existido muchos ofrecimientos pero, en los muchos ruidos internos, esa bella dedicación no ha sido mi prioridad. 

Ahora, como un aldabonazo, mezclado con algunas curiosas lecturas que aparecieron entre los papeles que sigo encontrando por la casa familiar, encuentro el punto cercano exacto para emprender una aventura a un mundo tan rico y tan bello. La tradición directa familiar se ha basado en la miel, incluso para dar un soporte vital al desarrollo tanto físico como intelectual de muchos de sus componentes.

Por eso, en este trabajo grabado en la Macedonia vacía; más bien de forma absoluta parecer nacer de un profundo conocimiento y un amor del director por este manjar. Más primario incluso, de como pudo vivirse en nuestro pueblo.

El respetar a la abeja y sus tiempos, el protegerse con el conocimiento, no con la avaricia y la soberbia da un producto valioso, duradero. Existen muchos ataques provocados por la acción del ser humano; a veces por la imprudencia, las más de las ocasiones por la utilización de productos que terminan siendo dañiños a estos animales de acciones tan perfectas.

Nuestra protagonista, busca en los orígenes para compartir la naturaleza con quienes las habita. 

Alrededor de ese mundo, tan conectado con nuestra protagonista, existen muchos mundos; reales, duros, e injustos en los que se basaron la existencia de tantos y tantos seres humanos que navegaron por ese espacio tan vacío como profundo y duro, como otros, con sus semejanzas y sus particularidades.

El cine, en el que me revivo, un reencuentro que debiera ser más un encontrar un tiempo de navegación conjunta para abrirnos a mundos

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