Osa su señoria subir aquí, al castillo, con tal gallardia que hasta de mi poder duda
- No, no su monstruedad, fuí siguiendo un can que la cola movía con tal afán que me dije: ¡aquí hay que parar!
- ¿No se mofará usted de mi poder? Aun que con mis palabras pudiera tener esperanza. Cogiendo mi espada, de tal mandoble le parta.
- Oh no mi señor, yo ante usted me pronto en sumisión y no lo dude, siempre, siempre, le hare cadalso
- ¿cadallllllsssso? brot a dios que desfachatez, proclama. Quede ahí, que mi espada ya desenvainada, le dará la gracia en su pescuezo. Habrase visto semejante mastuerzo.
. No, no piedad, quise decir que le haré caso
- Exprésese con decoro, pues cuando le escucho, lo suyo parece todo sandez
- No se preocupe, mi señor, yo siempre seré quien le haga un corte sano.
. Pardiez, este insolente
- No, o mi boca que no puedo dominar, le decía que le hare de cortesano
- Perdí la paciencia, pues esperando su rezo, he comprendido que en su cabezan anidan más golpes que salmos.
- ¿No ve señor allá a lo lejos como crece el río Henares? Desbordado estos días de lluviar otoñales que por eso vine a reclamarle pañales.
- Siempre le percibí pequeño, pero ¡caspitas! tal poder tiene para haber llegado a la Alameda, donde la plebe pasea cuando yo exhibo todo mi halo
- Si, señor, nos agrada su temple. Sólo esperamos a Dragonio, para que con su fuego aún más lo haga.
- No entiendo, ¿volvemos a la andadas?
- No mi señor, me refería a que a su espada, un último fuego, la convierta en inmortal
- Lucharé con ese dragón, por osar dar eternidad, a algo y no lo consiga en mí.
- Así es mi señor aquí acaba su historia, pues viendo su bajeza; emprendo el viaje por el río; habrá pueblos con gente más digna
- Ocurrió lo dicho, de aquel señor que tanto poseyó; su castillo admiramos, pero a él olvidamos
- El pueblo Edukafis, visto y sentido, dio parideras para cabras y ovejas y risas con las flauta que escucharemos
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