sábado, octubre 10, 2020

The citizen, una película que continúa

  Traduzco: el ciudadano. Me sorprendo ser, avasallado sería la palabra, por esa sonrisa  que quiere llenar todo.No, no, le repito. enseguida se había venido hacía mí, por creer que hablaba de él; pero le he repito, no no es a tí. Es el ciudadano que aspira a convertirse en húngaro de pleno derecho. Al primero, me lo quedo mirando cuando se va, hombros caídos, pero mirando al frente, por si entra en otra mente, colonizando a través de su sonrisa sardónica, me dice el corrector. Quizás, este tampoco necesita la zafía cara exudadora de dientes.

Nuestro ciudadano sueña ser húngaro; un tribunal le pide que conozca una música que se supone es el arquetipo en el que de forma eterna correrá sangre magiar que amamantará su cerebro. No, en ese primer momento, parece cerrado al mundo que le rodea, en su contestación no existe ninguna esperanza que le facilite su nuevo amanecer y sin embargo, conoce a Fela Kuti. 

Eso es la vida, danzas para explorar lo desconocido y iluminar caminos para superar debilidades, danzas del mundo, para una discoteca abierta a besos sin examen.

Bella película, de las que por desgracia no tienes tiempo de ver o pasas de largo, buscando un prospecto adecuado a películas bajo palmera y daikiri. Y sin embargo, la vida no es un tribunal, es la calle que te ofrece una escalera para saborear un vino con el aperitivo de mezclar dos mundos en busca de simbiosis mutua.

Otro ciudadano surge de la cama tras haber intentado entrar en otro espacio desconocido que es el Neolítico. Su maestro es tan cruel que la enseñanza se la ha ofrecido en una ensalada donde ha mezclado la neumonía con la crueldad de recriminarle, pobrecito en su cama casi túmulo, la tardanza de su docente en escuchar los susurros comprometidos de Pedro Guerra. Hilarante imaginarte la cara de nuestro escritor que reclama ser concreto, él con puertas en cada ladrillo, que conducen a exuberantes  vidas incluso de tornillos  que hablan a mercurios de termometros.

.Construcciones en riesgo de huracanes de burocracias que diluyen amores cruzados. El director termina su obra: silencio y una pantalla en negro. 

Enfrente, pasarelas sobre abismos. A veces necesitamos mirar el cielo para contemplar la belleza. Otras tantas veces, el cielo es que estás en ese paso y tu realidad las aguas tenebrosas que te arrastran por corrientes que no tiene lugares donde reposarte


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