Busco colocar los papeles, pero no se puede. Se remueven, se van de un lado para otro. Cada uno tiene un momento de mi vida en el que les dediqué atención.
Coge cualquier brizna de polvo, cualquier gota de café para llamar mi atención. Hasta el último momento se resiste a ser puesta por debajo de otra. La experiencia le dice que cuando pasa a un segundo plano, ya tiene el riesgo de ser rota o permanecer olvidada durante, por ejemplo, 16 años.
Decoran el suelo de mi casa , parece que tienen su gran día. Algunos andaban por el 2004 buscando encontrar este escenario y sin embargo, se arriconaron aunque siempre han estado latentes, quizás como aquella novía, con la que en aquellos días, modelaba encuentros para crear estatuas móviles que permanecen habitando Itacas ya, sólo, imaginados.
El orden de los papeles es mi trilero de cabecera. Cada uno es un cubilete en el que el garbanzo, una vez fijada mi atención, viaja en un pliegue para que aparezca en el otro. Por supuesto, tan importante como el primero, como consuelo, me dice.
La conclusión es la que encontré en un de nuestras primeras expediciones hacía el Madrid de los puestos, de los pasos pérdidos para adaptarse a los deseos de una ciudad monstruo insaciable, tras sus escaparates de pulsos mundiales. Caímos en las garras de esos hombres-mi papel y nos quedamos sin dinero, sin poder hacer nada nuevo, por la huida de nuestros escasos recursos que habían comprendido que no eramos los mejores custodios.
Mis hojas desplegadas por el suelo, ofreciéndome una ligazón para crear una historia que enriquezca lo ya hecho, temen que todo lo tome comoun juego y por tanto, tras ponerme como espectador para contemplar la lozanía vigente de cada uno de ellos, me enmarañe con otros proyecto, todos por empezar, siempre aparcados para no construir.
Cada uno de los días que utilice para hacer realidad un esbozo, cobrará del orden, la persistencia de una realidad con la que terminará este tiempo.
La huella de los Simplicius, Tirternos, Dragonios, se deshacen en las hojas hechas de arena en la playa que se diluyen, si mirando al horizonte, no habías preparado una embarcación con la que siempre te acercarás a otro final, siempre, cada día, diferente.
Del suelo, recojo hojas, rescoldos de un tiempo que se quemó, pero con las cenizas en las que renacer. Entre ellas, quedan nuestros deseos de ofrecernos y el abrazo mudo , de los jesuses, joses y maribeles en los que también encontramos fuegos de viajes y encuentros.
Entre los bosques de letras, intento atisbar un encuentro con las maderas que Silenio, Odíseo y nuestro cíclope Polifemo, por fín, sin pliegues, se me muestran honestos
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