jueves, octubre 08, 2020

Inoportuno escorzo

 Recibo una comunicación, sin remite, sin identificación posible, apela a mis conocimientos sobre la carrera ¿qué amaba? que estudie. 

En el campo recojo un tomate cuya planta compré yo, hizo nacer un buen agricultor y en la tierra donde la puse mi tio durante año la mimo para que diera fruto a sus hijas e hijo. No me considero dueño, me maravilla el fruto, me produce respeto su visión y amor por la vida en la que ha participado tanta gente.

Difícil situación me ponen; alguien que ha analizado los datos de lo que está pasando en la sanidad, con las muertes me pide que yo pida aplicar derechos fundamentales. ¿es la vida un derecho fundamental?

Un coche avanza por una carretera, la madre corzo acaba de pasar por ella. Una danza del amor filial sucede por la pantalla del parabrisas; la hija pretende girar alrededor de las ubres de la vida. Todo tiene lógica, tanto que las ruedas de la tecnología aplastan el ciego amor filial que seguía las leyes de la vida 

Soy la justicia, me dijeron que afirmará cuando ante mí se presentaba un caso. ¿lo soy por encima de unos datos médicos que anuncian un avance de la muerte, criminal?

Todo se acelera, somos parte de un rebaño que nos dirigen hacía parajes donde la vida pueda tener continuidad con réditos en las alforjas particulares, hurtadas al pueblo.

Creía ser consecuente, cuando dejé que ante mi pluma se abriera la ventana de la vida y ayudará a la pervivencia de una sociedad que se encontraba en grave peligro de ser dañada por el alto número de contagiados. Fuí lógico, en mi sentencia afirme que la vida es el principal valor fundamental. Estaba orgulloso.

Puedo bailar, poco, estos días he descubierto que las piernas ya no son dóciles a mis deseos. Con mi cuerpo y cara pretendo ser claro con lo que en cada momento quiero expresar. A veces, creo que lo consigo. Otras estoy muy lejos.

Veo, el mismo papel, las mismas circunstancias; antes dejé que me abrieran la ventanas que quisieron mostrarme; ahora, dejo que lleven mi mano. ¿Qué he hecho? No puedo decir que han firmado ellos; he sido yo, con dulzura dirigieron mi boli para afirmar que la vida, ya no es el principal derecho fundamental.

El coche es siniestro total, ya no merece la pena ante las autoridades. Qué lógico!  périto y seguro, si me cobraron, ¡qué raro!

¿Es mi vocación una hecatombe absoluta también si no soy consecuente con lo que sucede con datos que rasgan la supervivencia?

Puedo arreglar el coche, con la magía del trasvestido

Seguir ejerciendo la judicatura, aunque sea viviendo desguazado de mi integridad original. 

Dice el tasador que no presente bien mis daños, parachoques, radiadores. 

Soy parte del poder pido más (ahora me dan el estado de Alarma), para que los datos de contagios y muertes sean dioses a los que adoren los derechos fundamentales. Si no estos deben vestir una población que sufre abandono y juego barriobajero. Es la selva

Cuando el corzo emprendió la carrera para seguir a la mama, en el aire, un escorzo, anticipaba un giro que quería durar una luna llena sobre la Alhambra. Sólo la ultima mirada del pequeñin prevalece.

 


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