Existen muchas columnas, y antes alguna la leía, o la escuchaba con veneración. Pero siempre habrá una con luz de luna, que no podrá sustituir las palabras contundentes de quien luego se diluyo, entre un fanatismo contra quien aparecía como una alternativa que rompía una forma con la que se había vivido bien.
¿Qué es vivir bien?. Era una interrogante que nacía de la reflexión de Enric González. Vamos desapareciendo mientras entre nuestras comodidades encontramos la justificación para una existencia con luces y sombras con las que nos conformamos. Un joven cae empujado por un policia. 16 años, ¿podría ser su hijo?. Estará cerca de ser un asesinato, porque imponer el orden, ¿su orden es poder exhibir sus pectorales y correr ingrávido para ser admirado? le desaparece como ser pensante. Cuestionaba a un funcionario, el nigromante, que luego negaba esa duda ante un servidor público que es un policia o un militar.
Me pareció ridículo que su sentido de orden, en su patria imaginaria, quizás sanguinaria, eran los golpes de quienes sirven a un capital deshonesto con la sociedad de la que obtienen sus ganancias.
En una calle, cerca de un puente, un joven sueña cambiar el mundo; con un mazo y bebido en odio, un mente teledirigida subida en una rueda criminal, a su paso cercano, utiliza su maldita fuerza para empujar por la barandilla del puente a los jóvenes que nos liberan de una existencia pasajera de días blancos.
No volveré, jamás, a ver a aquella luna llena, diosa que apagó aquel satélite
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