Él llega a un río, desde la orilla ves cosas raras, que no
entiende mucho y puede o banalizarlas o endiosarlas.
El caso es que un fin de semana llegas con un amigo, al que le
presentas una piragua. Todo muy formal;
hola, aquí mi kayak, y al kayak le dices, mira este es un descreído de lo que
le podéis ofrecer pero, hoy parece dispuesto. Coge este kayak, pega un silbido
y llama a su congénere. Ya estamos los cuatro, ¿qué hacemos? A parte de otras
propuestas, sugerentes, decidís bajar el río.
Nos dirigimos a subirnos a las piraguas, estas se retiran.
He bajado ríos y parece que soy el más indicado para calmarlas, venga venid,
les digo. Ni caso, se alejan. Yo, empiezo a ver el porqué, ni llevo escarpines,
ni chaleco, ni chubasquero, ni casco y la pala sin montar.
Me mira, inquiriéndome: ¿no te da vergüenza? Querer montar
otra vez, como aquella vez en el Henares, al que menospreciaste más que un
soberbio, a su empleado que si muere, le puede sustituir. ¿Te cuento todo lo
que pasaste, todo lo puede pasar?
-
Sin cubrebañeras, sin apenas agua, en cuanto inclines el barco,
entrará el agua, si esta entra, el barco no lo conducirás igual
-
¿has visto, poca agua, pero muchas ramas,
algunas pequeñas otras grandes? Si las grandes te paran el cuerpo, pero yo sigo
arrastrada por el agua, ¿qué harás?, sabes que tengo la bañera estrecha
-
No crees que sea necesario el casco y ¿cómo vas
a apartar las zarzas, con tu hermosa cabellera?
Miro a mi kayak, avergonzado,
siempre ha sido fiel, en función de mi fuerza, mi preparación, el momento de
habilidad. Le tengo que dar la razón a todo lo anterior y algo más que te pueda
indicar, un buen chaleco, con cuerda salvavidas, la vamos a llamar SEGURIDAD
PASIVA, todo lo que tienes bien preparado antes de empezar a navegar.
Hemos tardado un tiempo; por fin, los dos intrépidos
kayakistas estamos preparados para viajar por un espacio maravilloso, el agua.
El día es duro, la nieve nos va a acompañar por las orillas del río, dando un
paisaje, tenebroso pero encantador, como en Peralejos de las Truchas, cuando
amaneció con una helada de varios centímetros sobre nuestras piraguas, sobre
nuestro coche. Cómo cuando un día bajando entre una nevada copiosa, en el
final, cambiado, seco, una buena alimentación, nos sigue hoy día dando
nutrientes de amor a las oportunidades únicas.
Ahora ya estamos los cuatro preparados. Las piraguas,
cuidadas, arregladas. Esplendorosas. Nosotros equipados de arriba abajo, aunque
hoy parezca casi un paseo.
Empezamos el descenso, le pregunto, a vamos a llamarle Pepe,
detrás de aquella roca tu crees que habrá la misma fuerza de agua que por la
que bajamos nosotros.
Parece sorprenderle, después de un rato, me contesta, que
no, que no puede ser posible, porque hay no debería haber agua. Ya pero y si un
poco más abajo, nuestro agua ha golpeado en la orilla y una parte baja, pero
otra sube; entonces si que habrá agua, le digo.
Nos paramos, el río, por momentos es fácil, y me dice. Pero,
¿el agua va hacia arriba?- Claro. Entonces, sigue intentando deducir, ¿subiendo
tenemos que actuar como si bajáramos?
Si, así es, le deberemos dar casco (parte de debajo de la
piragua) para que el agua pase por debajo. Si inclináramos el barco, de tal
manera que el agua le diera a la bañera, nos podría tirar.
Pues mira que le intrigó el tema, que estuvimos varias
horas, dando casco a la corriente de las más variadas formas. Nos divertimos
muchísimo. Y no necesitamos vamos. Yo, ya más centrado, después de años, en lo
que estaba haciendo. Me sentía satisfecho, sólo de ver lo que había disfrutado
como acompañante de un aprendizaje que le daría muchas posibilidades-
Recogimos, teníamos ropa seca en el segundo coche. Nos cambiamos
y allí dormimos. En nuestra bolsa estanca teníamos todo lo necesario
Él a la mañana siguiente, mientras subíamos a por el
primer coche me comento como había soñado que incluso en ríos más caudalosos,
las contracorrientes eran como un seguro de vida. Así es, my friend, le
corroboré. Pero, para otro día aprenderemos que a esos pagos, les tenemos que
acompañar, también de nuestra cuerda de seguridad, no ficticia, sino real