Me dan un número de teléfono y me dicen que viene de Oriente; miro en la agenda y creo que es Gaspar, porque con Baltasar tuve unas palabras subidas de tono y se lo está pensando si volveremos a ir al bosque a coger esas setas raras que me pasa de vez en cuando. Vilma dirá lo que quiera pero que siempre tenga que saltar en vez de correr cuando llegamos a la zona de baches, no es nada agradable, sobre todo si el tobillo dañado amenaza con generar una rotura de las suyas.
Ha sido Melchor, no me lo podía imaginar, se había ido a Occidente desde hacía años, para jugar de defensa en un deporte raro. De esos que salen en la tele sólo en verano porque en la época de un trabajo generalizado se ponen cosas más serías, por ejemplo, el pádel.
Baltasar viaja con frecuencia a la montaña y tiene la costumbre de cogerme el caballo para llevarse una mochila enorme. Vale, va vacía, pero es que la trae hasta arriba de las cosas más diversas que uno se puede imaginar.
Si, ok, muchas de las cosas las comparte, pero es que mi chico, Paulino, había decidido salir hacía el mar y después de remover varias cabañas y dos tiendas, se iba a ir con lo justo, pero claro está Raúl y este se ha puesto a coser hojas de nuestro árbol mágico y de repente el niño ha tenido su mochila y se ha podido ir, eso sí sin avisar, como es su costumbre.
¿Qué queja tengo, entonces, de Baltasar?; no es nada fácil que tengas algo controlado y de repente, no lo encuentres por horas. Luego, si, estupendo Raúl viene y nos lo cose, pero claro, vuelve a desaparecer y si es agradable verle, pero no te terminas de acostumbrar a no verle en una época tan grande.
Además ese día, te encuentras con los ojos de una pequeña que te demanda que donde se ha ido; esos ojos, te dicen que echan en falta las manos enormes que la daban calor y le contaban historias.
Tú sonríes en la máscara que te pones y sueltas una lagrimilla en el backstage, porque no tienes una barca, ni una repuesta desde donde ella pueda izar las velas y navegar juntos.
Porque el horizonte está en aquella inalcanzable línea terrenal; miras al cielo y te imaginas todas las estrellas que has visto durante la noche. Durante una hora estuviste examinando todos los posibles recorridos que llenarías de pasos por donde esa niña llegará, siempre, casi, a tocar al papa que se fue.
De pronto las raíces de la tierra te hacen cosquillas y entonces, buscas esa herramienta que te va a poner en comunicación con el vecino para preparar algo para el próximo futuro o tomas su CONN y salen los sonidos equilibrados que nunca, jamás, imaginarte generar y los envías hacía la calle y por allí, patearán los pequeños pies buscando convertirse en parte, en fruto de sus actos, abrigada por el cariño de quienes fuimos abrazados por las sonrisas irónicas de aquel inquieto y laborioso GIGANTE
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