Hace tantísimos años que a Félix se la ofrecieron que, a veces, creo que ha viajado con ella por todo el mundo, hasta rodearle
Fue en un puerto fenicio y la comerciante, Amara mostró la caravana y en aquel momento nuestro hombre era un viajante empedernido. Había estado en la cárcel, igual que aquella Berta, mítica y guerrera, por proteger sus tierras. Ver el mar desde las rejas de su celda le hizo querer seguir las estrellas que amanecían al anochecer en el océano de un cielo inmenso.
Surco mesetas y dormía casi siempre, a la intemperie, a aquella cueva, porque así lo sintió entraba cuando alguna Penélope, dejaba los ovillos, cansada de esperar entelequias y entre los dos se aventuraban a explorarse sus cuerpos. Él, siempre se lo pedía a aquella viajera circunstancial, sin que hubiera un límite de lugares, posturas y tiempo, aunque el reposo se hiciera necesario y reparador para anunciar nuevos embates.
Por un tiempo se ató a una tierra y pareció penetrarla y darse sin pausa, ni cálculo al compartir, cada uno lo mejor de si.
Una madrugada, encontró la caravana cuando oteaba el amanecer y supo que levaría amarras y saldría a otras tierras, recorridas por León el Africano, para allá que se fue, cruzando los desiertos y atravesando la tierra de los antepasados de la fenicia.
Quiso llegar a la eterna Palestina que había existido a lo largo de los siglos y empezó a encontrarse barreras invisibles. Países asaeteados por militares sin patria como son los traidores que se convierten en mercenarios con el dios dinero en el altar y los asesinatos de los otros en sus ofrendas.
Cuando fue a entrar en la gran Tierra, observó las armas del odio y del fanatismo del que tanto se sirven los mercaderes de armas. Habían elevado a los más depravados y a los dispuestos a mentir y matar en nombre de unas escrituras, que define Nieves, como las ensoñaciones de amaneceres como este.
Dio la vuelta a la caravana cuando sentado en una terraza de aquella cárcel de soberbia en la que vivían aquellas cerebros inyectados por sesos destrozados a bocajarro, empezaron a proclamar el fin de la razón.
Salió y encontró unos ojos enormes y estrellados en mil cielos que le llevaron a un cuerpo donde encontró y devolvió el infinito y de aquellas raíces brotaron vidas y estás a miles de kilómetros volvían a estar amenazados por inversores que rentabilizan su codicia con la sangre derramada por números que somos los que han vuelto a coger la caravana para vagar miserias en las que posarse para nuevos comienzos
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