viernes, septiembre 19, 2025

Lucha con tostones

 Sentado delante de la escalera, contempla el espacio que le ha arropado durante los últimos veintiún años. Lo ha recorrido de todas las maneras, exasperado, alegre, hablando con alguien, gritando que lleven cuidado, triste, corriendo para evitar una catástrofe, corriendo para dar tranquilidad a los que piensa les está haciendo algo. Mira las nuevas puertas de entrada al edificio, raro, muy raro; mira al bar que cambio de lo terrenal, a lo comercial, sin que el primero no estuviera exento de especulación y el segundo de humana sinceridad

   Delante ese pequeño círculo con unos arbustos. que crea el paisaje de bosque y a la derecha un jardín que por épocas invita al juego o a sentarse en él, o en otras es envuelto por grupos de jóvenes que sentados en bancos, les devuelve un entorno, podría ser que bucólico. La puerta está cerrada y en esas mismas escaleras se han sentado quienes sonreían, quienes maquinaban, quienes creaban historias, quienes escuchaban, quienes latían.

 Se había declarado hacia tiempo, la batalla, y parecía que una de las bestias llevaba ventaja. Desde el otro lado se daban muestras de gran abatimiento. Descubrían día a día que se había entronizado el bestialismo.

  Nada que ver con aquella escalera, aunque hubo días que si se había intuido algo. 

  Ahora el ansía por llegar y distribuir migajas para anclarse, había los suficientes miserables para ofrecerse para aquella destrucción de la convivencia. 

   Antes estuvieron tranquilos y seguros porque los medios de comunicación y los dioses los poseían ellos y los arrojaban sobre los incrédulos. Ahora estos se los devolvían e incluso estos dioses les encaraban para mostrarles sus miserias. Entonces, les decían que quienes eran para ser superiores a ellos.

   Siempre acudían los vendedores de biblias, o los abogados que decían llamarse cristianos o los guerreros de la libertad, tú libertad privilegiada le puse a uno; eran financiados por nuestros impuestos para no tener ningún escrúpulo en ser parte interesada de sus pagadores; nada de mensajes divino y otras zarandajas, solo servilismo y glotonería. Eran pulcros al vestirse y zafios al actuar, tenían, porque pagaban, a macarras capaces de aburrir a los que sueñan un mundo sin ruidos, y este iban aplastando la decencia.

    Habían llegado a Israel, a Estados Unidos, a Ecuador y ahora habían comprendido que nada de disimulos de hablar de Libertad. Esta había pasado a ser poseída y sodomizada por ellos y poco a poco, aplastada por sus secuaces; los adoradores del silencio o poco ruido lo habían logrado, se daban cuenta que se convertían en estatuas silentes. Su estadio karma

    Daban miedo, era lo que buscaban pero, esperábamos que no fuese tarde, nos teníamos que volver a reconocer y revivir la labor de quienes fueron arrojados a cunetas.   A la saña de los enterradores,  nuestro compromiso de enfrentarles y de reconocernos humanos por encima de palabras y símbolos sin pulso, pero con veneno paralizante ante su contacto

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