sábado, abril 12, 2025

Una estilográfica

  Saliendo de la nave, Felipe contempla el amanecer.

    Ha estado casi 12 horas soñando mientras colocaba cajas en la cinta transportadora. 

    Se había trasladado a este nuevo país desde su Macondo particular. Allí vivió durante diecisiete bajo la mirada del capitán de las Visitadoras. La cabeza de este era tan curiosa que no se la quitaría de encima durante años posteriores.

    Su madre, apenas la conoció. Siempre le dijeron que estaba en España y por eso esta madrugada, devolvía la mirada desde Vigo a su país. Cuantas patrañas más iría descubriendo, se preguntaba, a este lado del Oceano.

   Dulce salía, cuando él comenzaba el turno. Le miró como atrapada en aquellos ojos;  emprendió una alocada carrera, pero antes le dijo: Tú madre era una diosa y él, el mismo demonio hecho hombre.

    Felipe fue objeto de burlas por parte de nadie, porque eso eran unos marineros que recordaban su tiempo de mili, en aquel lugar donde el tiempo se ancló.

    Se mofaban de aquella Amada que les había procurado el jefe militar y a la que habían sometido a las más crueles vejaciones, como reconoció uno, porque su belleza les humillaba. La dejaron, por muerta, en aquel antro en el que satisfacieron su miembro viril, la polla, y anularon cualquier encuentro de mutuo placer para el que le habían extirpado su parte humana.

    Unas horas después, en el barco que le llevaba a España, le ofrecerían el puesto de grumete, por la extraña muerte de cinco miembros de su tripulación. No había violencia, sólo una extraña letra en cada uno de ellos.

    Los tiraron por la borda, cuando vieron que una gaviota murió al lado de Servindo al que había ido a picotear.

     Felipe, nunca quiso alejarse de la costa a su llegada a aquella ciudad portuaria. La habían dejado, por vejada pero más por muerta y su esperanza, era volver.

     No sabía nada de Dulce; si ella entraba en cinco minutos, esperaría. Se apartó a un lado, temiendo asustarla.

     Llegó con una mujer, aún joven pero doblada, se apoyada en un bastón y en el brazo de su acompañante. 

     Amada miro hacia arriba y Felipe rasgó la contemplacion y sumisión a los sueños, tiro la estilográfica.y se aferró a aquellos ojos que centelleaban estrellas. 

     

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