Irene entendió que aquello no se repetiría, que había superado sus expectativas aquellos encuentros espontáneos y que el abismo era insalvable. Cogiendo el sueño, no supo si la realidad le daba una nueva oportunidad o si ya estaba embarcado en la nave que siempre tomaba, ahora sabía, en sus sueños. Un brusco viraje del timón le ofrecía la isla en la que había amado una utopía. El viento venia de frente y llegar aquellas palmeras que le habían sombra con sus hojas aéreas y lecho con las palmas caídas costaría su buena hora.
Sabía que tenía que levantar la orza para que no fuera una guía a un desastre como años antes le había pasado con aquel catamarán que fue a descansar en el único pedregal que habia en aquella lejana playa. Había tenido miedo de poner en peligro a su recién conocido compañero de trabajo y cuando la parte de la orza cogió el carril de una arena poco profunda ya aquello había sido el camino al infierno.
El dueño tuvo las peores ideas y los dos tripulantes su temporal descanso en las aventuras. En el novicio, se me quitó la vocación de forma definitiva.
Ahora las aguas parecían tan profundas a unos metros de la orilla que invitaba más adentrarse en los mundos de los fantásticos intérpretes del Mundo del extraño Ramón, también tachado de Fantástico. El Lliure abría puertas al reconocimiento de quienes estaban entre nosotros, pero no veíamos enfrascados en nuestras propias diversidades a las que entronizabamos por más comunes pero no confundamos "Comuns" que estos fueron asimilados por la mediocridad.
El viento agitaba aquel instrumento e Irene Reig agitaba los cuerpos de quiénes se habían quedado y metía en las partituras de aquel soñador unos retos que podrían ahogarse en aquellas abisales orillas, a sólo 10 pasos pero lo suficiente para que el emulo del intrepido famoso capitán Arrow fuera engullido por los endiablados retos carentes de una nave apropiada para aquellas descomunales fuerzas a las que había decidido enfrentarse, no siempre con los mejores recursos.
Una voz trazando olas le permitió verse despierto y sólo tuvo que encontrar unas drizas con las que ceñir las velas al rumbo tomado, entonces voló hasta el siguiente viraje. Cuando se disponía a ejecutarlo, una flecha le atravesó una pierna y un hacha le seccionó una oreja, pese a ellos cambio de bordo y entonces fue consciente de lo duro e imprevisible que sería aquel bordo que llevaba a arrecifes prestos a rematar aquella ejecución en una crónica anunciada.
Entonces Irene nos desmembró un carinhoso Decisió i coratge y sorteamos cuatro cuchillos en piedra y una sierra en cuarzo y en el siguiente giro, tocamos sonidos y caminos por descubrir
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