Vivimos en imaginarios donde se abre el despacho del presidente de un país para hacer creer a quienes le miran que están realizando un acto en el que participa el ciudadano. Este, millones de individualidades, se siente orgulloso.
¿Quien no ha pensado como sería el momento en el que se decide algo que le va a afectar a él?
Ellos te lo ofrecen
Aquí, nos meten la idea que la construcción de nuevos edificios será la solución para otra gran época de esplendor y como consecuencia se pondrá reducir el precio de las viviendas.
Existen cálculos que hablan de cuatro millones de pisos vacíos. Algo está pasando y este gobierno socialista no está sabiendo empatizar con quienes tienen derecho a tener un lugar digno que habitar.
Llevas oyendo hablar de Jaime Palomera, muchos años, ha escrito "el secuestro de la vivienda". Es una delicia oírle explicar como se está produciendo una extracción de los recursos de las personas con una inversión, en una gran parte de rentistas y fondos de inversión, que da unos rendimientos que no da ni un banco.
Se libran de impuestos los grandes inversores y tienen que seguir pagando, los de siempre.
En 42 ciudades del Estado español, salieron a la calle, no sólo los perjudicados, también quienes creemos que tenemos que darles condiciones dignas de habitabilidad a quienes trabajan, a quienes estudian fuera de su hogar y, en general, a cualquier persona, en cualquier circunstancia.
Un gobierno no puede permitir que el esfuerzo de sus trabajadores sirva enriquecer rentistas o inversores apelando a una libertad en la que se produce una gran desigualdad.
El imaginario siempre es hablar de esa palabra Libertad; ese presidente filibustero se la promete a sus crédulos. Él si la tiene desde sus privilegios; quienes acuden de público, son sólo eso, espectadores en espera de la paga por su fidelidad recompensada.
Manifestaciones pacíficas, no es tiempo de aquellas donde provocadores profesionales producían altercados que daban paso a otro tipo de violencia más institucional. Pocas veces nos muestran la salida de familias desahuciadas.
Necesidad de acciones contundentes por parte de los concienzados para no permitir que unas generaciones se vean abocadas a servir en su trabajo y en su derecho a la vivienda.
Socialismo atemorizado por el ruido de los privilegiados.
El derecho a una vivienda digna por encima de los que buscan rendimientos exagerados y rápidos.
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