Sobre un dron se mueve Pedro; no lo habíamos visto desde hacia diez meses cuando a Penélope se le cruzaron los cables y se marchó por toda la orilla, con la falda remangada, vendiendo sus sardinitas fréscules, una variedad de las de latas que se suelen presentar en los eventos tirando a flojillos.
Intuimos que o el dron es grande o Pedro, tiene la edad de mi crio, Noberto, nacido post pandemia como fruto de tanto tiempo en casa.
Juriest suena con una fuerza que nos levanta de nuestra cotidianidad. Cuando salimos a pasear, en este oscuro invierno, solemos buscar senderos muy bucólicos dice el chico, no sé a quien se lo habrá oído, pero se queda con todo.
Existe una pista que le asusta, no mucho; es una época que hasta los ladrones tienen glamour. Por esa, senda, se va estrechando, de los árboles sin flores, cuelgan diferentes objetos.
No quería que hubiera elegido este lugar, a mí se me hace insoportable, pero él, después de varios días de darle largas ha insistido pese a las diferentes excusas que le he ido poniendo como piedras en el camino.
De las ramas peladas colgaba las gafas de un presidente que fue traicionado por un general, al que sólo se le había dado la tarea de defender la patria, no la de enriquecer a las élites y a los suyos, como pasa siempre, como si a esos se le llamará amor a la patria.
Miraba, Pedro, más a la derecha y de allí colgaba la ropa de Berta Cáceres; se la habían quitado hombres sin honor, sólo con 30 monedas de traición, para dejar la tierra que defendía a manos de expoliadores, que tantas veces juntan la costumbre de poner una biblia, como si eso les eximiera de sus crímenes.
Casi toca una hoja, la única que ha quedado tras este duro invierno, como queriendo acariciarle y darle energía están los predecesores de Traoré, el presidente de Burkina Faso que permanece respetuoso a su pueblo.
Otros tantos lo intentaron, pero muchos fueron asesinados, por apátridas, traidores, que traicionaron a sus pueblos para darles las tierras a los grandes invasores, esos que ahora quieren dar pena. Cuando han arrasado la dignidad de pueblos, para tomarles sus productos que les han hecho tener riquezas expoliadas a bajo coste.
Desde su dron, Pedro se entristece y en el ambiente ruge la suavidad de la canción de Billie Holiday, por una tétrico camino se intuyen los cuerpos de quienes arrancados de sus tierras y allá donde les llevaron para esclavizarles, les hicieron culpables de los siempre puros, explotadores a los que les incomodaban cuando no les servían.
Salimos conduciendo a través de la noche, Jake Clemons nos arropa, nos arroba, intuimos otro mundo.
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