Cuando empiezo con la partitura de Segrelles, me acuerdo de mi tía Tula y aquel viaje que hicimos a Londres; entonces Badajoz no era como ha sido después; podías recorrer la ciudad en 30 minutos y bucear en la primavera buscando el color amarillo.
En aquellos días, sólo los taxis que venían de Barcelona llevaban ese color, bueno y también el tío Chanquete que se le había pegado al cuerpo por aquella enfermedad que no había terminado de curar porque cuando le dijeron que estuviera mirando el agua del río pasar, no tuvo mejor ocurrencia que meterse dentro de él para mirarlo con más profundidad, que es de donde le sacaron cuando vieron que pasaba un minuto y ni aparecía por sotavento, pero tampoco por barlovento. De todo esto se dio cuenta Círila que había perdido uno de sus muchos maridos, porque le ató varias piedras al tobillo.
El problema grave fue que las piedras no eran esas que se llevan ahora de adorno como tobillera, aquellas tenían mucha enjundia, eran de esas denominadas ruedas de molino. El caso es que ya llevaban 50 segundos sin ver las burbujas y ella, Cirila, se tiró y empujo al chico Chanquete hacía la orilla y parece que allí le había dejado varado de por vida, porque el color no se fue y trabajar, como los chinos, siempre dijeron que había realizado. Los otros diez segundos que tardó en salir, Cirila, siempre se han dicho que fue para asegurarse que allí estaba sumergido Gumersindo, que tenía tierras y muchas cogorzas cuando llegaba a casa tan ebrio, que una de las veces, hasta se ató el mismo las piedras, pensando que así dejaría de moverse el océano de alcohol por el que navegaba. Tuvo que ser ese día, cuando se subió a la carreta pensando que era el lecho matrimonial y se ató las piedras, cuando con Mulo en el arrastre, llegaron a la orilla de las aguas y allí, soltando una de las bestias, cayó la otra. ya con las piedras cosidas a cintura y piernas que eran donde decían que llevaban los abalorios las sirenas hawaianas que tanto le traía de cabeza, que es como cayó a las aguas.
Cuando emergió, nuestra heroína, sabiendo que todo estaba en orden, había una multitud esperándola por aquella salvación milagrosa que había hecho; y también la mirada del suegro que, a duras penas, había llegado al río y lanzó una flor, a modo de despedida del hijo que le había dejado con la cabeza debajo de una almohada, antes de disponerse a ponerse todos aquellas cintas, también amarillas.
Recuperado de las emociones estaba el padre, cogió a Cirila del talle y volvieron a la casa. Sabía de las historias de ella con sus otros tres maridos, que por h por b nunca había durado mucho más allá de 4 años en su matrimonio. Cosme estaba dispuesto, a rejuvenecer, aunque fuera para fenecer en poco tiempo, pero se ingresaron en la frondosa cama y allí descubrieron plantas, inglés y otros bosques.
Con la tía Tula al frente del navío me enviaban transcritos los pentagramas de pasodobles, el caso es que aquestas corridas con cuernos físicos, se me prenden las semicorcheas, me hacen torpe y susceptible de ser arrollador por la banda que si que sabe de ritmos
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