Encontré a Vicente sobre la moto que había estado arrinconada más de 20 años. Varios radios curvados y con motas de un rojo China era suficiente detalle para saber que durante varias semanas había permanecido enclaustrado en aquel cuartullo donde se podía encontrar cualquier tornillo o tuerca.
Estaba delante del bar de carretera, donde se escuchaba country y los moteros soñaban con contornear los cuerpos de sus amantes a ritmo de Emmylou Harris.
Eloise descifraba aquellos actos para encontrar conexiones en los que atrapar utopías naufragadas en una isla.
Las ultimas flores de los almendros se fundían en el suelo pisoteado por los caballitos de la rueda trasera de la moto.
Ese morado tenía una maldición, ser arrollado por las sombras de los malditos reyes Sol que habían mutado para permanecer impunes, entre sus groseras existencias.
Eloise miro el suelo y tejió una bandera
No hay comentarios:
Publicar un comentario