jueves, abril 17, 2025

Jazz en un desalojo

  Mientras busco en un cenegal un sonido al que amarrarme, llega Jenny con un cuchillo de inmensas dimensiones, lo pone sobre el piano y me obliga a mira su atardecer. No tiene mis colores extraídos de sus jugos ni promete asirme cuando los vuelos no tengan los cables de acero del previsible pop.

 Ella mueve su boca para dar sensualidad al alto; el sonido, ahora tiene la sal del agua de la tempestad y el yacente amanecer en el puerto, entre arrumacos. 

   Antes embarcada, las noches eran hincar las plantas y extraer fuerzas para sujetar la red con la que alimentar, otro día gris. sus marineros y no dejar desvalidas las promesas pese a la soberbia con la que arrasaban los prepotentes los mínimos sueños de otra vida.   

  Un tal Ted anima a escuchar Jazz; lo desafía pese a la destrucción de una nave condenada a los susurros de las sirenas repetitivas y cadenciosas y no haber contemplado la musicalidad de las tormentas de mil madres, a la deriva durante casi siglos.

   Dany condujo su engalanado burro Cesáreo por el éxito aún siendo un patán. Tocaba temas para un hundimiento entre el glamour de sus coces que resonaban en el erecto empedrado de sus sumisiones.

   Desalojado el cabestro, Andy se dispone a caminar por alambres trenzados por iniciáticos The Smithsonian. 

    Vengan ocho, dieciséis, treinta tornados para deshacer búnkers y crear alfombras donde engancharse y caer o subirse y volar.

    Desalojado, vagando, encontrando motas para una construcción. Un guía me trazó un cielo de estrellas de letras, desde  Ciutat Invisible, volver a leer para seguir su sendero de como escuchar Jazz. Bonito soporte cuando estás dispuesto a visitar el jardín del Edén de una visita en el que se sienta que una nueva flor la puedes iluminar con el manantial de un chorro de aire consciente de ser encuentros pasados o deseos en donde volcarse para los diversos abrazos en los que enredarse sea para niños estigmatizados por el odio que da el miedo a lo que sean en el futuro, sea la Amazonia enclave de un cielo con estrellas voladas por la codicia de lo inmediato y la sinrazón de la soberbia de querer encerrarla entre cálculos de fortunas alimentadas por la complicidad de consumidores compulsivos.

    Mundo en teclas, cadenas auto impuestas para someternos a los mercaderes de enlatados soles de las pantallas espejo, nue a diosa, afirma Maltorres 

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