Cuando me dejé la chaqueta vaquera en su casa; me di cuenta una media hora después, sabiendo que no podía volver porque la hija no admitiría nuestra relación.
Ella había viajado hasta Sudamérica, en 2022 para una investigación de campo en la zona boscosa de Venezuela. Yo, entonces, era importador de madera noble para una gran marca de muebles de lujo y durante meses visitaba diferentes zonas y me alojaba en habitaciones que me procuraban los capataces que trabajaban para mí.
Lorena realizaba un proyecto acerca de la extraordinaria biodiversidad en aquella provincia privilegiada.
Con Txurel, yo tenía una gran complicidad y aunque de forma directa no le había hecho ninguna insinuación, si que no tuve cuidado a la hora de hablar con el CEO de mi empresa en España acerca de los problemas que no estaba produciendo el que ella anduviera soliviantando a los pobladores de aquella zona acerca de la precarización de sus condiciones de trabajo y los bajos salarios, comparado con las ganancias que se obtenía con aquellas madera noble.
Con Leire, la madre de Lorena, tenía una relación de amistad por medio de una compañera de trabajo. Tomábamos cervezas de forma periódica y desde hacía un año había empezado a aproximar nuestras bocas a la hora de despedirnos, delante del grupo. Mis ausencias enfrían ese conato de fuego que parecía volvía a cero tras esos meses en Venezuela.
Mi capataz preparó una trampa a Lorena, de la que tenía noticia de forma indirecta. Sabía que era de mi misma ciudad; conocía que le gustaba bailar cuando estaba en los poblados, pero nunca me pude imaginar lo que pasaría aquellos días.
Ella había salido de madrugada con un pequeño grupo a los que les iba a enseñar a valorar la riqueza arbórea que poseían. Les dejó un momento, con la orden que no se separara, pero ella si lo hizo y se adentro por una pequeña senda, casi inexpugnable pero que el día anterior le había ofrecido una visión que no estaba segura que su grupo debiera ver en un primer momento de la mañana.
Avanzó cien metros y cuando se volvía para darles una sorpresa con aquel lugar tan bello: fue sujetada por cuatro manos muy poderosas que les aferraron los brazos, a la vez que su boca fue sellada con una mezcla que reconoció enseguida llevaba savia de aquellos árboles.
No perdió el conocimiento, pero sintió un profundo asco cuando sintió que su boca era invadida por una lengua estropajosa y unos dedos, invadieron su sexo, produciéndoles unos espasmos que con el tiempo aprendiendo a no culpabilizarse por haber producido algo parecido a un orgasmo, que no había podido controlar
Cuando llegué, su grupo la estaba rodeando y tratando de reanimarla; yo, estoy sin poder decir unas palabras pues, aquella brusca forma de conocerla; y mi aparición "tan casual" parecía implicarme en aquella violación.
Había expulsado a mi equipo a varios cientos de metros y cuando Lorena, tomó control de sus sentidos, al estar yo delante suya, en su recomposición, me relacionó con aquel ataque y aunque en días sucesivos traté de explicarme. Ella no me dio esa posibilidad
Aquella tarde, con Leire nos habíamos explorado como, le conté, hacía yo en mis viajes. Ella sin darle importancia me habló de una hija que se dedicaba a hacer diferentes estudios y que dos años antes había estado por mi zona.
Cuando hice la asociación, no tuve ni la fuerza ni la claridad para explicar aquel suceso. Lorena con la que contacté siempre que pude, no me lo había perdonado y ya no había vuelto a saber nada de ella, hasta esta tarde.
Aquella chaqueta era la misma que llevaba en aquel bosque en el día que nos conocimos
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