Viajas entre México y Guada, así somos y existen mares de trigo, de mesetas y de ríos que terminan en un mar que busca la otra orilla. Todo puede suceder en tormentas, mareas y por eso, miedos, terrores y encuentros.
Las tinieblas te envuelven cuando ves a tantas cabezas agachadas para ver la pantallasde móviles y las mentes buscando satisfacciones en las que no intervienen.
En todos los libros adquiridos hoy, te embarcas para diseñar tu propio viajes y los móviles pareciera que algunos avispados tienen esclavizados a los cerebros absorbidos para ser zombies de sus propias maquinaciones, sueños húmedos que no consiguieron con aquellos caballeros recogiendo mierda cuando un gran señor les comentó que tenían que postrarse ante él porque había ido a salvarles de otras civilizaciones.
Aquellos sabios le denegaron esa autoridad y le invitaron a unirse a ellos y crear un espacio de convivencia. Lo curioso del caso es que el que iba haciendo de caballo de aquel señor corazón fue el que no quiso prescindir de su condición sumisa. No recuerdo si fue porque las anteojeras le sentaban muy bien o porque creía que hacer compost de sus mierdas no daría sus frutos.
Mientras de los libros surgían sonidos bien fuera en un bar de copas que tuvo Murakami y que le sirvió para explicarnos el Jazz, así como otros lo explican desde universos a los que no podemos llegar. La tonalidad de "enemigos íntimos" de Pablo Iglesias e Irene Zugasti es la de marcar nuestros propios relatos, alejado del servilismo del primer personaje, una Victoria Prego, servil, manipuladora en una Transición que controlaron los que habían tenido el poder durante una dictadura. Que sí, fue una salvajada, y para ello, un ejemplo muy básico, la familia del dictador se hizo rica por siglos, relato alejado del de salvar España. Con ellos, familia que nos siguen imponiendo las formas de habitalidad que constriñen a cientos de familia.
Dedica el autor del libro un capítulo a los mendrugos que comparan a sus hijos con unas posiciones de enfrentamiento con esos mundos creados.
El agua de la sabiduría a veces estropea a los que ya han encallecido sus poros y nos les entra
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