Siempre preparo el cazo, mira que la mágica cocina amenaza por mi desprecio pero chico me gusta hacerlo así, decía Vinies de Dorting poco antes de emprender su travesía por la sábana.
De Pili no tuve noticias durante años, de él, cada día era un noticiario. Tenían fuerza todas sus reclamaciones y cada una de sus lanzas llevaba impregnada el veneno de aquel árbol talado para sus menesteres que era lo cafre, sus noticias burdas y sus bajezas, todo ello embutido, no en pieles para chorizos, morcillas o menudo, para sus sumisiones le vestían de más lo que fuera, guapa, tatuajes externos y vuelos con sustancias, había demostrado que era lo bastante canalla y amoral para merecer las dos capas, aunque le procuraban la segunda.
Por los dibujos al cielo habían pensado aquellos dos grafiteros pagados para dar lustre y esplendor a la lengua. El problema era que en aquella chapa se veía si se pasaba, en aquellos brazos catódicos era Cancerbero quien procuraba mostrarlos para regocijo del "Chuleta de Dorting", como le habían apodado cuando se puso a meter en plancha los chuletones que le caían. Chico le dijo uno ya cabreado no te das cuenta de la cantidad de agua que cae.
Tío, son chuletones que mastico y me empalma la realidad.
Petos de Gracia le lanzó uno y cuatro lecturas de Gramci y dos de bajo instinto. No daba más de si; caminaba transparente y abocado a ser tachado de imberbe sumiso y pagafantas. La cabeza rapada y la capa caída. No pudo prever la arremetida de 'Chuleta" y le abocó a los infiernos de las tertulias; allí, le trataron de títere, descerebrado, tonto con las habas y flipao palmero por las palmas de hostias que recibía de cada uno de los tertulianos.
Al caer postrado, como un pablo de taxidermista cualquiera vio las manos que metidas por el culo movían los dientes en sus bocas para que parecían fieros, y les pudieran medir sus podredumbres.
Blues antiguos de Sílfides encopetados. Salimos añorando los desnudos cuando perdían su pedigrí
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