sábado, abril 19, 2025

Temporal

   Dejó un solo micrófono abierto; ha llegado hace tiempo al vacío y sólo se encarga de poner farolas a clichés colgados en cohetes sin rumbo. El ruido es ensordecedor derramando petardos arrojados por idiotas renaciendo en generaciones regias.

  Sobre un melón proclamo la revolución. Tomado a ciegas puede estar pasado, pepino, o magnífico; Layla corta sus gajos de los intentos fracasados; las regeneradas utopías que han nadado hasta las orillas de las desmembradas islas de un continente soñado, desmembrado por volátiles humanos.

   Sobre un mapa se escancian tragos de una barra de película del Oeste. El camarero seca el enésimo cristal, se gira y mira al espejo desde allí observa a un piadoso feligrés fecundar a la muerte, como si sus víctimas fueran ajenas a sus creencias. Un disparo sutil con dividendos le da el último espasmo donde al asesinar una niña, cruel muerte la de ella, él atina a eliminar los restos de su última gota de semen.

   En las letanías de nuestra adorada Nieves tenemos la cuenta por el ahorcamiento de unos sueños de pueblo, cogida la soga por ellos mismos, para incluso ser condenados al sacar, en el estertor, la lengua, nunca hacía reyes corruptos.

   Sankara, Lumumba, ahora Traoré, antes Nkrumah sucumbieron abatidos por tantas avaricias por saciar que, gotean la sangre en lapos en los que hayan lo divino quienes acusan a los menores migrantes de sus males.

  Cruces de miradas que nunca será posible con los promotores de guerras y rabias para la siesta en las pantallas.

   Un verano cualquiera comienza un puzzle donde volver a soterrar un camino indescifrable 

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