El tío Arbusto es partícular dice que anda reunido con los demás, pero lo único que sabe hacer es contemplar y esperar para que saber por donde viene el viento y, para desgracia suya, soplarle por sotavento. Si, dice el tío Eulalio, no es que parezca tonto, lo es en exceso.
Si no fuera porque Dulce, Félix o Tanjuan le dicen para acá o para allá, iría dandos derrotes sin parar aculla y si, nunca a la suya a la que alimentan en exceso; podríamos afirmar decir como aquella ilustre jirafa, es que nos cuida mucho
No hay cosas en la que no añada una estupidez, una garrulada y una demostración palparea de su indigencia moral, siempre dispuesto a demostrarla. E
Cuando salió de Turia, pensó en la vida y comprendió que tenía la suficiente protección para no parar ante nada y si incluso nada podía ser un pequeño obstáculo, pues a esta la eliminaría.
Para el tío Arbusto tiene que ser un alivio que al decir una chorrada, los suyos se lo coman, que al hacer una barrabasada los suyos ni sepan de lo que le están hablando. Él dice quien podría poner a caer de un burro, tal periodista, tal comentarista, tal noticiario y le pregunta a los suyos: ¿ y estos?. Los suyos, miran para un lado, luego para el otro; luego observan el cielo y comprenden que desde arriba les miran con condescendencia y le dicen: no te los vas a creer; a todos esos programas, a las periodistas, a los buleros, a toda esa caterva les tenemos comprados o atemorizados, así que por ahí, ningún problema.
Entonces nuestro héroe se lanza de cabeza a hablar, o lo que sea que hila fuera de la realidad; a aparecer como Solutionator, un bocas que tiene menos consistencia que las medidas tomadas por ese gran vendedor que ha colado sus peroratas para gobernar un país.
Aquí estamos, viéndole crecer, porque crece entre piedras, entre el fango, absorbiendo de otras plantas, y llegará, porque tiene esa capacidad para sobrevivir, porque es resultado de las excrecencias de un capitalismo que se ha visto de democrático pero habiendo tomado todos los resortes de la comunicación que reciben las personas. Les añades, algunos que estudiaron las leyes, para conocerlas, pero aplicarlas según sus conveniencias y algunos que creen que el orden es obedecer al poderoso y tienes una mezcla dantesca, donde el mínimo señor Arbusto aparece como un roble centenario y termina enmarcando nuestras miserias
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