Te pones bajo el morado..., del estadio José Zorrilla; tocas subido en un suplicio, ya no tienes el guía de la temporada, ahora es elegir tú, las sendas, los caminos, las vías en las que asirte para escalar descubrimientos.
. Al lado dulzainas marcan el camino; años que como en un equipo perdedor, olvídate de los años en los que fuiste ajeno a la música y trabaja para ir descubriendo sus claves.
Te arrojas por un río. Existe una nueva competición, se tiran cuatro a la vez y a ver quien gana. Es vistoso, es divertido, es competitivo, puede que un mal golpe en el costado, le deje sin respiración a alguno de ellos. Estos, por supuesto, no pararán, pero como es una competición, tranquilos, siempre habrá alguien por las orillas que hagan esa función de salvavidas. Sería la exaltación de los codazos, de un vale todo para conseguir el objetivo.
Ir al río, era otra cosa; costaba meterme en vereda porque mezcla cosas y deportes. Los que te ibas encontrando por el camino siempre tenían mejores prestaciones. En un periodo demasiado largo, y con unas torpezas muy pronunciadas, la paciencia de los compañeros iban solucionando continúas caídas.
En las primeras bajadas había inconsciencia, mucha, por encima de pericia, quizás en una proporción de 4 a 1.
Cuando caía una vez, podía seguir cayendo como montado en una noria. Siempre, me imagino que cansados, sentía a los compañeros; dejaron de acompañarnos aquellas samaritanas, demasiado pronto.
Surgió ir a Seu d'Urgell allí el avance fue notorio, demasiado exagerado, dejando una pose, que gustaría repetir incluso sólo por añorar el aprendizaje como valor para luego enfrentarse a las aventuras que, a muchos, aún pueda corresponderles.
Tras aquellas bajadas, controladas, con las olas, contras, rampas, tragándose nuestras impericias, y devorando la paciencia y fuerza de nuestro exhausto Carles, empezamos a afrontar ríos, que ellos ya habían explorado con más dedicación. Las bajadas tenían un tono diferente y llegar al Ara, Gállego, Piqueras iban revestidos de otra percepción, de otros disfrute del apoyo mutuo, tan importante para la vida.
Hubo un segundo y pudiera ser un tercero tiempo en Seu d'Urgell; los que persistimos lo vivimos como un darnos cuenta de una transformación en nuestra técnica y nuestra seguridad a la hora de tomar corrientes, pararnos en espacios reducidos, trazar las mejores rutas, con las tracciones orientadas, o con meter la pala en el momento adecuado. Todo había cambiado, el disfrute también
Entre la música emitida por un cuarteto de viento en Valladolid, encuentro la belleza y la precisión de las canciones emitidas; una metáfora de aquellos tiempos, una pequeña toma de conciencia del tiempo que queda de aprendizaje, aunque no se haya fallado en 614 tocando el saxófono.
No necesitaban producir ni estridencias ni artificios, para envolvernos con su música, admirábamos la precisión, la frescura y la comunicación que había entre los componentes del cuarteto en Va
Los últimos tiempos pasado con el grupo de coincidíamos en los ríos; contenía mucho del cuarteto de ayer: conocimientos técnicos y sobre todo respeto por cada uno de los participantes en esa aventura que son las aguas, bien sean las de los océanos de sonidos, bien sea la de los Cinqueta que requieren que explores los siguientes pasos, para conocer rutas, escapes y lugares de apoyo.
Que te pueden llevar a que te lances tu primero, por si en la marmita del líquido que te amenaza con cocerte tu lo pudieras atemperar por el paso donde la vida no se abrase.
Puede que ayer hubiera alguno que anduviera más al límite con el instrumento que tocaron: clarinete, saxo alto, saxo tecnor, trombón Lo que si daba la sensación era que al soplar, salía la mano del compañero para lanzarte la cuerda, después de un buen remojón, habiéndote quedado anclado en un "rulo".
El experto clarinetista como aquel francés se lanzaría primero para marcar ritmo y auxiliar a quien se le puede haber escapado una nota o volcado su kayak, haciendo un descenso "duce", boca abajo, dicen otros.
Es raro, aunque digan que es una competición en un lugar marcado y con seguridad, que se asimile y se proponga como espectacular y por tanto digno del reconocimiento como competición. el hecho de dejar fuera, incluso de las aguas, o atrapada en una mala contracorriente lo que se debiera promover como la celebración del compañerismo y de la armonía en la precisión de las ayudas.
El cuarteto en VAlladolid, ayer nos recordó los valores que aprendimos en el Jarama, en los ríos de Galicia, algunos desde Melide nos tuvimos que quedar por toda la orilla.
Melodías para sentir la armonía del grupo.
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