Señora usted me ha puesto en el disparadero; ha cogido un Mi mayor no sé como saldré de él. Andaba cómodo con la escala del Sol menor y su Fa sostenido, méteme en todo y he terminado en la de un Si menor y su La sostenido. Toda una provocación.
Sinnead se quitó todo el artificio con el que se llena un estadio; jugadoras de Nigeria tienen el pelo corto. La cabeza y los pensamientos son los de los otros. Ellas quieren ser sólo desarrollar lo que aman, parafernalias fueras. En cierta manera es una pena que se tengan que desaparecer, para que se valore su capacidad en la música o en el fútbol, porque el artificio se ha impuesto, como valor suplementario.
Más grande aún, podríamos decir que con proporciones de inmensa tragedia que pase delante de nuestras impotencias es que llamen 39.000 fallecimientos a un intento de genocidio y destrucción que se está perpetrando en Gaza, por un gobierno que ha tomado a su pueblo, como rehén de sus instintos asesinos.
En los manuales de los periodistas, en la primera página se nombra los patrocinadores de esos panfletos, sean regionales o universales. Algo así como el libro de ética periodística y sus supeditaciones fuera el de las apariencias. a lo que les piden sus pagadores.
Como diría el censor de Ione, que la pide desaparecer de un lugar donde la han puesto los afiliados: por supuesto, que yo no voy a atacar a quien me paga.
Lanzan sus potentes alegatos antifascistas y eso es lo importante. Nuestro orgullo, a veces, es más grande que un océano. Nos creemos poseedores de tornados, olas gigantes, agitaciones infinitas en la contundencia de nuestras afirmaciones. Los Océanos, a cambio, callan, pero tantas y cuantas veces nos demuestran su fuerza y sobre todo, silencian a los altaneros para demostrarles que no son nada; que incluso navegamos poniéndonos tapones en la escucha de sus diatribas, para podernos centrar en leer la enseñanza de los silenciados que nos deletrean la potencia de sus actos de coherencia, siempre en lucha en un equilibrio de una sociedad soportada por desequilibrios
The Who penetra por la mañana; sus guitarras electrocutan las indiferencias.
¿Nuestra mayor, actual?
Haber abandonado a los ciudadanos del Congo, para que occidente, cada uno de nosotros ciudadanos, luzcamos riquezas y tecnología e inhumanidad, como esa, la del dueño de lo mucho, que no valora lo que es su propio hijo. Si eso sucede de puertas para adentro de su mansión, ¡qué le va a importar la supervivencia de millones de niños, muertos o sin sus progenitores despedazados en cientos de peleas, fomentadas con los seres buitres alimentados de los despojos producidos por las armas que colocan a "only a pawn in the game" que al final son, somos los desposeídos.
Esquizofrenia de occidente de vender una sociedad de las oportunidades. Ser adalides de los sonidos extendidos en estéreo por los portavoces de las pulcras democracias y a cambio aceptar de forma ignominiosa ser alimentados por las riquezas esquilmadas a los habitantes del Congo, Guinea Ecuatorial y otros países a los que desequilibramos y destruimos con nuestro silencio cómplice.
Triste sino; ser capaces de ver la belleza de la música de The Who y no escuchar los truenos de muerte de las fábricas de armas que nos dan trabajo y enriquecen a los que luego defienden una sociedad libre, pero ¡qué paradoja! impuesta a base de las balas de quienes la someten.
Somos poseídos por una Mi mayor, Con sus tres bemoles ¡qué vaya si los exhibimos ante el desposeído!.
No, estimado amigo, nuestros dioses inventados e invocados para nuestros pequeños actos de solidaridad externa, no nos exculpan de ser ejecutores de los diferentes, por decir ¡millones de veces! que ¡defendemos la vida del no nacido! cuando nos vestimos con diamantes de sangre o con terminales de estocadas traidoras, sobre los que existen en amorosas cabañas de paja, incendiadas por los mecheros de los deseos de poseer.
Quadrofenía, barco de una radio encubierta, con sonidos en los que buscamos un equilibrio
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