lunes, julio 29, 2024

Hormigueos

 Las últimas páginas serían para encontrarlas junto a los sonidos de Cannonball Adderley. 

  Salen trozos de letras revolcándose sobre terrenos pantanosos. Ella piensa que podría andar sobre ellos. Es ligera y brillante, tiene focos que la hacen levitar.

  Nada le hace pensar lo mismo a Luis, nunca acudió a los brazos de quien interpretará y modulará la esencia de sus huesos. Los dejo flotando, queriendo esconder que no siempre dura el "hacerse el muerto".   

  Se escurrieron los encuentros por las palabras afiladas, quizás realistas para describir las capas que protegen las desazones. Después de aquel día, para que buscar a quien al cerebro, le había encadenado un cuerpo vengativo. Tenía sus métodos de defensa y los empleó, hasta que hace dos años, este se quebró extenuado de resarcirse de cada día del castigo anterior.

   Había querido, nuestro protagonista, escaparse de opresiones que le ataban a sus actos. 

   Un día publicó ensimismamientos como si quienes los fueran a escuchar, no produjeran los magmas de los volcanes que necesitan fagocitar nuevas debilidades. 

    Enseguida Thelma le avisó que aquella entrega sólo aviva las ansias de más y más. 

    Cortó, pero en aquellos días, había dejado un reguero de entregas. Cuando miraba a quienes les había entregado sus dudas, se pasmaba. 

    Despertó, cuando las mismas voces de la pulcritud, le arrojaron a su conciencia. Entonces recordó aquella película francesa, la longitud de sus pasos entremedias de otros con punteras de espinas y flores de veneno. 

   Sabía de sus incuestionables errores no dudaba de haber evitado siempre la doblez.  Les dejaba a otros, sus diarreicas pulcritudes, sus azuladas cicutas de Pilatos, sus señales marcando rutas a acantilados.

   A Maialen se le atraganta la puerta dos, quedan otras muchas, donde encontrar las corrientes que te ayudan a superar una puerta de bajada. Los rulos sobre los que te tienes que te tienes que deslizar para que llegues a la puerta de remonte y que a la vez, la hayas pasado con la suficiente velocidad para que diez centímetros más arriba te sean suficientes para montarte sobre una ola que necesita un último esfuerzo para que se pueda evitar el toque con uno de los palos. 

   En la profundidad de tu ánimo se habrá incrustado el error, por las inconmensurables rutas de las aguas te dejarán saber tomar en cada instante la opción de empuje, tras tracción o tan sólo, el acto de direccionar a una ruta donde se asome una nueva aventura. 

   Querer a Maialen por las horas de entreno, de sacrificios, de encuentros en ese paleo solitario donde ha sido acompañada por quienes la aman y quienes buscábamos rutas de escape en algunos de nuestros desquiciados descensos

   Estar dentro de su último descenso olímpico para reconocer el quedar dañado por nuestros toques, en puertas inesperadas, pero seguros de haber sido honestos en nuestro esfuerzo y entrega, enfrentándose a a las trágalas de los rebufos ajenos y a los cambios producidos por quienes, proclamados inocentes, actúan ávidos de reconocimientos desde traiciones. 

   No dejar el descenso, aunque te sientas dañado, encarando solitarias luchas por realizar.

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