Había montado un local de ensayo en aquella barriada alejada del mundanal ruido. Existían muchas posibilidades que todo se quedará en agua de borrajas; ahora, era él sólo, sin buscar que nadie entendiera sus razones para crear aquel mundo en aquella sala.
El lugar estaba lleno de luz y si por él fuera, una de las paredes la habría convertido en un ventanal, pero eso era parte de su visión quijotesca. que tantas veces era zarandeada por meter la pértiga en la aspa que no debía.
Sucedía que andaba, paraba, se quedaba más tiempo parado, como entreviendo una construcción que diera forma a un mundo que como la abeja, no debía representarse de forma icónica sino como una búsqueda para completar los paneles en los que depositar el fruto de sus búsquedas.
Sonreía mientras desperezaba sus músculos que ahora, ya, de forma pausada amenazaban con anquilosarse, a la mínima impostura en su entrega al reconocimiento de aquellos lugares a los que debía un respeto por todo lo que le habían dado: cuádriceps, gemelos, abductores. Ya no era el ayer; ni pensar en esta preparación, ni en estos métodos, ni esa dedicación directa que podría tener ahora un entrenador; aquello sucedió, se explotó al máximo, se entrenó de forma agónica, hasta parecer el fin del mundo y de vez, en cuando vienen algunas marcas, para poner en un cuadro un pequeño orgullo, como ahora se busca encontrar las mejores palabras y cometer los menos errores. Si entonces no había día, casi para el descanso, ahora la hiperactividad podía dejar de frases inconexas, letras sin poner, y razonamientos que eran lo uno y lo contrario, sin que eso, ahora mismo, en esta sociedad estuviera penalizado en exceso; si, igual que se hacía la última serie a ritmo, rematar al corregir una incongruencia también satisface, aunque se haya decidido que lo primero es lanzarse al abismo de explorarse en todas las actos, reflexiones y visiones que se han ido acumulando en un interior que lo va sacando para saber que aquello te influyó y te hizo.
Llega la hora, no esperas a nadie, aunque en algun instante llegará. También aquí estás en construcción y el saxófono te llama para que lo respetas desde las normas con las que luego podrás explorar.
Nobody but you, me escribe un recordatorio para que te haga bailar; a ti, que aquello te parecía un atentado contra la naturaleza, te lanza una idea contra el ventanal desde donde observas como los ruidos de los movimientos desencajados destruyen el equilibrio en el que creíste construir. Sal, sólo es un muro líquido al que puedes deshacer con el calor del pánico por los descubrimientos. Dominarlos no es la cuestión, sólo dejar salir los monstruos para que ellos no nos habiten los actos.
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