Hubo una época en la que me buscaba obtener un buen puesto por las carreras a las que acudía. El orgullo escondido, ya lejano, de aquellas primeras temporadas.
Ayer volví a preocuparme por un puesto, el de los libros de nuestro "Rincón Lento". Llegué a la meta que era estar por sus alrededores, durante 2h y 15', la siesta era necesaria; la tecnología me ha tomado y los libros se van quedando aparcados. Tengo tareas que hacer y la primera es intentar volver a comprender mi relación con un Datafono; ninguna, por lo que me escribe, solo SUMUP, pero pienso que no es ella, con la que nos sudemos en nuestro encuentro lleno de escarceos y arrumacos
Luego está el tema del plumero. A ver, me dicen te tienes que agachar para cogerlo. Unos cuantos músculos, indescriptibles, andan buscándome las cosquillas. El fisio me dice un poco más y a la cama, unos días. Lo que puedo me agacho, y aparece mi plumero, raro, no lo puedo negar, una zanahoria con sus correspondientes zonas verdes.
¡Por favor!, ¡Por favorrrrr! que creatividad esta gente del Rincón Lento, no me lo puedo creer, ¡UNA ZANAHORIA DE PLUMERO!.
Es primera hora, nadie acude. Yo, sigo mirando mis libros; hoy, quiero comprar todos como cuando paseo por mi Barcelona, porque son los itinerarios en los que me encuentro con mis ansias de conocer.
Los de hoy me hablan de la niña que volaría, del genocidio de Ruanda, del reportero en las trincheras de la primera guerra mundial; de lo indio que puedo llegar a ser cuando llego a un sitio extraño. De los encuentros familiares, donde unos se fueron y otros se quedaron y las trincheras en las que el tiempo les hizo meterse para que no hubiera encuentros, sólo resquemores y reproches.
Miro libros y al rato voy a por mi zanahoria, la agito con cuidado sobre los libros, debo reconocer que tengo mis dudas porque tantos agujeros en la zonas verdes, no va a limpiar con la consistencia de
chachachan, el plumero, plumero que si que estaba ahí debajo
Miro otro libro, y mi boca quiere morder esa zanahoria, si es de plástico, pero en el Camino a Wigan, George Orwell se descubrió con su conciencia social y existe esa diferencia, clara, pero hubo un tiempo en el que cogía una zanahoria, ya le habían quitado su ramillete superior.
Me quedaba mirando, fijo, masticaba, con quietud, con insistencia y asomando de debajo del mostrador les decía
¡Que hay de nuevos, viejos!
En pocas frases, en el libro de Edouard descubres a los "maillots jaunes", lo que ha ido haciéndolos. La tarea que tenemos para que quienes vengan a los puestos no sean macarras gritones, que no saben lo que nos cuentan los libros; sólo son los enviados ciegos y sordos que embisten en nombre de ¡que leches van a saber ellos que son los agujeros del poder que les envían sus venenos, con pócimas de odio.
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