Los elementos que encontramos en la sala permanecen estáticos; no quince segundos, o un minuto que es limite de la paciencia del espectador. Transcurre más tiempo, alguien se imagina que lo primero que se moverá será la ardilla; otra, parece empujar con su respiración entrecortada a un débil coche de cartón; ¡si pudiera acelerarla con su, ¡¡ahora!!, bufido. El foco juega con las miradas de los espectadores; los demás de reojo escrutan su estado de nerviosismo
Un minuto más y ya se desafían manteniendo sus ojos entrelazados; otras, les trasladan un desprecio como quien hace caer un piano sobre la odiada cabeza del contrario. Existe uno, a quien observa un conocido, este le devuelve desprecio haciéndole transparente, fija la atención taladrando la nada.
Conducimos por la noche, nos descalzamos, las aguas cubren nuestros tobillos arrullando nuestras incomodidades. Rompemos la pantalla, queremos descansar, ser observadores, aunque sea hasta la próxima curva.
Debemos volver la primera ola amenaza empapar a todos los presentes. Aceptaron mi aparición entre ellos, como un metáfora bíblica, nada real.
Es volver y se tapona lo que hubiera sido una escabechina. Cojo la tabla, había jurado que sería la última vez. Me provocaron, afirmando que de las olas de hoy, se obtendría, la madre de todas ellas.
Todo se vuelve brumoso; los vaivenes zarandean la tabla, en esas circunstancias amenazan en convertirse en una enemiga. Me postro sobre su barriga, duelo de ellas; braceo con las hojas de mis manos; me adentro, eludiendo algunas bocas que buscan saciarse, siempre intenté en preaviso con las dentellas que me lanzaban algunas otras.
Miro a un lado, en la perpendicular aparece los espectadores; desde mi inestable posición les creo sobre los promontorios que han buscado, cuando fueron conscientes que eran mas que simples observadores.
Me levanto, les elevo; llegó la ola, con su lenguaje abrupto, forma su pizarra donde me describe todos sus poderes. De las dunas, sólo escucho los violentos movimientos de brazos y cuerpos. Es suficiente, me centro en responder cada una de sus palabras escritas. Inmenso, entreno; pared, anclajes, refugio para encerrarme, donde sólo tomar un baño; muro, medida de mis sueños. Shane, rotura de pequeñas olas entre las que rehacer mis equilibrios. Velocidad, escucha del cuerpo que la vivió para ponerla una brida.
Entro en el tubo, se recorren las vivencias, los errores, los aciertos. Amenaza de aplastamiento, honestidad de desembarazarte de luces a los agujeros de abismos.
La espuma final, el entusiasmo que desciende, una pantalla quebrada, con amenaza de irreparable.
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