A Willy Veleta le tenía en mi altar de lloros, como a José Martí Gómez. Fue verlos y empezar a llorar porque a esta sociedad la están cubriendo de basura y ellos con sus preguntas cogen las palas y las apartando para ver si, mientras reaccionamos, podemos respirar un poco y no terminamos de ahogarnos.
Fue cuando andaba por CTXT y vino a Guadalajara para seguir los pasos que daba la Asociación por la Memoria Histórica. Él, cuando van sacando los huesos, ve a las personas a las que asesinaron. Creo que ve a los maestros, mis colegas que sólo querían que su alumnado viera el mar y contemplará una flor.
Ayer, entendí que algo pasaba con Willy; uff, aparte de plantas, tenemos que rellenar cientos de papeles. Lo fui dejando pasar, lo de leerlo, para que me enterrará en obligaciones y decir ¡ahí te las apañes tú!.
Esta mañana, mira que tengo ninguna excusa, esa es la verdad, ninguna.
A Willy le necesito, me saca de la tumba en la que me voy poniendo una pesada lápida yo mismo. Me hace persona y no puede ir todo el día con la pala. ¡Se Ascaso!, ¡Bakunin! hazte para hacer comunidad, con la que caminar juntos.
Su texto, me acerca aún más a lo que pensaba de él. Pluma para rasgar convencionalismos. Lo demás, sonrisillas a las que él desnudaba y por eso las quitaba las caretas.
Willy, ¡es que hacer eso es muy duro, para los faranduleros!
¡Ahh! se me olvidaba un abraciño
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