viernes, junio 21, 2024

Cartas para la ruta

Un día se presentan delante de un tribunal; pareciera que ahora que el mundo se hunden, nos iríamos desapareciendo. 

 Una nueva generación de maestras se presentan hoy a las oposiciones; enfrente encontrarán nuevas generaciones de niños que ya no tienen como referente la calle para jugar. Ellas mismas, la mayoría, ya nacieron incrustadas en las nuevas tecnologías. 

  Un viejo maestro se aleja, pasaron 35 años; se empeñan las sombras y las carencias en dibujar un pasado, para apagar la luz del horizonte.

   Una coreografía quedó tirada por los suelos; alumnos saliendo destrozados de un eterno baile, apenas atinan a coordinar unos sencillos pasos; pudiera pensar el observador que fueron cientos de horas las que han estado en escena; se miran, quizás, se desafían para ver el grado de cansancio de los demás. Necesitan ese premio para su propio proyecto vital, enfrente alguno lo luchará con unas uñas ensangrentadas que van arañando la pista de baile cuando ya está su boca lamiendo un suelo ennegrecido por las suelas desechas por los infiernos de los que lucha salir.

    Todo un curso, una nueva oportunidad; saldrá a contarles el origen del baile, aquellos pasos de aeróbic, puede que los de un mambo y evitando ese famoso merengue, taradeado por algunos cantantes con pito y cadencias sinuosas de homofobias y sometimiento, para ello buscará, unos más comprometidos con las personas. 

     My dying voice imagine new coordinations, new perspective; vago por mi memoria para encontrar unas barandillas que me aguanten la caída; no muy lejos, espera el campo, pero se aferra la ilusión quebrada por los últimos sueños desechos entre las aguas de los océanos de la indiferencia. Cuando cada tecla se convierte en elevar una tremenda carga para la nada, siempre aparece Dylan; recoge mi desesperanza en cada grano de arena que se levanta de la playa para construir castillos, puede que en el aire; se agitan las hojas paradisíacas para vestir tejiendo un nuevo proyecto, que venzan los brotes carcomidas de la ociosidad. 

       Motas de saltos, giros, equilibrios, ritmos, expandidos en una amanecer que quizás no llegué, pero ofrecidos para que ellas sepan buscar las sendas en las que aquellos pasos dados, entre viendo las destrucción, puedan ser salvados, no como un vagar arrastrándose por la pesada ancla que la indiferencia atornilla a la repetición de no ser uno mismo.

       Bailo extasiado en el vaivén de las gotas que muestran cartas de un próximo escenario, que habrá recorrido rutas entre actos, unas veces, inseguros; otros, inocentes; siempre, que sean propios para que tengan la sangre expelida desde la ilusión propia.

      Sentados en una inmensa playa, solitario; Carnota, olas salvajes de un Océano en el que constuirnos o desaparecer

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