Fiestona, mujer de armas tomar, pero por el dicho, no porque haya venido de Estados Unidos y sacándose el chichi diga aquí, mi potingue y se enzarce a esparcer luces y sombras, con un arsenal que le daría envidia a alguna de las protagonistas de Suburbia.
Ella lo es porque, como Gabriel Rufián dice las cosas para que las entienda hasta un "payaso", "¡que eres payaso!" decía aquel que mal quería incluso a la sombra que escribe; no sabiendo que ese había sido su sueño, durante siglos de décimas de segundo.
Nuestra anfitriona cogió por la pechera al presidente de nuestra comunidad y parte de ella la metió en el ascensor y la otra quedó para que lo vieran las vecinas. Le dijo, he apretado al décimo, he acelerado el motor y como no te decidas, le pongo en marcha y tu vas con el módulo, con puerta y todo.
Él, muy sobrado, muy soberbio creyó que a Fiestona aún la podía calentar como había hecho con Juana, la locuela, que vivía en la entreplanta y la había dado sus argumentos de entrepierna, valga la ordinariez. Se había confundido, estaba ella, para dar y tomar placer, pero no para servir de icono a ninguna mano, ni cerebro autoestimulado.
Mira nene, así le soltó de primeras, lo cual le bajo su soberbia como a Pepe, le levantó su mente abducida un Mourinho violento que buscaba ejecutantes a la impotencia de poder parar la excelencia. Siguió y le desnudo, incluso de su engreimiento, mira si no te atreves con Consejo General del Poder Jodío nos vas a meter en problemas antes o después. El edificio se viene abajo y aquí, aquellos antiguos vecinos, con años de solera, pero sobre todo de vida; en su senectud nos están llevando a aquellos cimientos que fueron carcomidos por bichos y removidos por obras que nunca se hubieran debido realizar. Siguió nuestra heroína, incluso mostrándole el tirón que pegaría una maquinaria ciega a su burlada beldad.
Cayó al suelo, de culo, como se escribiría en este texto un poco deslenguado y cuando se quiso sintió que se arrastraba lamiendo el suelo. Iba a hablar, confiando en su palabrería pero todo le sabía a una paja renegrida de esa que pulula por la cuadra después de miles de pisadas.
Había comprendió que si antes nosotros, no se quitaba esa "langue de bois" y en sus actos metía la sinceridad; la comunidad no iba a ceder en su petición de responsabilidades.
Una de las vecinas, le contó como había vivido los últimos años, en una comunidad donde él casero se enriquecía de forma impúdica con el estilo de vida Airbnb. No había podido macharse de aquel bloque porque su única posibilidad de trabajo andaba en aquella zona y su vida se había esclavizado con los multiples timbrazos que lanzaban a cualquier hora aquellos usuarios que construían la libertad entre los sonidos y las cadenas de sus actos desorientados y desarreglados.
Apareció un paje, no cualquiera sino el dicharachero y bocachancla al que todos rechazamos y evitamos que nos tome y empezó sus verborreícos speeches, casino y empalagoso. Ese que ha aprendido entre sus patrocinadores y señores. Fiestona, a este, le mandó otra vez, con los reyes magos, más en concreto junto con el caganet.
Nuestra atribulada vecina, antes, le metió un calcetín en la boca y entre las dos, le dijeron: "actúa figurón, la vivienda es un derecho constitucional, quítate la pesada bota de los que engañaron antes; a aquellos, existe una generación que les enterró a "cal y canto", aunque saquen sus espíritus para que vaguen y suelten soplapolleces, lo siento, habíamos avisado de este lenguaje rudo, cada poco tiempo.
Un ultimo amago de agarrarse a su "yoli" servicial y traidora, le metió un huevo en la boca, junto con lo anterior, le convenció que la comunidad no estaba para bromas ni para dilaciones.
Aquí están, recordándole que por muchas calidades, la realidad es muy tozuda; el tiempo muy escaso y soltar a las bestias, tiene la dificultad de "a ver quien les vuelve a la convivencia"
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