Les quisieron poner ante la nada, pero acompañados de un libro, voluminoso. Miraban al frente porque en el libro, aunque entendían lo que leían, se limitaban a cumplir lo que las ordenaban en gestos adustos y pérfidos de efigies talladas para el odio.
Entonces, en el vacío de sus ojos pusieron escaparates ante los que podrían vagar, para que adornarán su debilidad y dependencias. Acudirían camufladas como en una penitencia, para hacer genuflexiones e intentarían que las llevarán en andas, consciente de las minas, por derrumbarse que producían en la sociedad sus decisiones quebrantando vigas.
Cuando todo hubiera pasado la podrían un manto para parar sus escalofríos, y subirlas en escalafones; aunque sus temblores no cesarían era imposible hacerlo porque el quebranto las dañaban muy adentro.
Enfrente, sólo la lógica de sentir a otro ser humano.
Aplicar las enseñanzas de aquel libro abierto le era vedado, por sus ojos encadenados y su voluntad comprada, injusta, servil. Debilidades humanas
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