No pudo ser. Miro el terreno una y otra vez y parece ser que allí se habían desaguado todas las atalayas de alrededor. Este año no se plantarían ni tomates, ni judías, ni cebollas, ni aquellas acelgas que podían ser tan tiernas como la voz de ella.
A cambio sembraría sus sueños y con el cuidado que no había tenido en los años anteriores, les regaría con las atenciones y con el atrevimiento. Descubría que el tiempo podía ser una caverna en la que sólo proyectarse con sus fantasmas como único personaje.
Miro el juego de trivial que había ideado con aquel compañero silencioso, sólido como una cimiento milenario, lo descompuso sobre el suelo y armó con sus preguntas el esqueleto de una idea que, hasta ahora, en el proceso había perdido la musculatura al dejar pasar en un sueño de una enseñanza globalizada.
Niñas y niñas caminan por las orillas del río Henares. No quedarán aquellos tableros hechos por el alumnado donde se mostraba la biodiversidad que había a su alrededor. Las renovaremos, 25 años después, la tecnología tapara aquellos cartones con una diapositiva que tenía detrás una bombilla, el principio del conocimiento para el alumnado de aquel maestro en estado puro.
No nos habíamos fijado pero aquellas pequeñas-os habían brotado del suelo, todo parecía silencioso; un coro, una voz masculina hacía germinar aquellas vidas; una catedral y un castillo, nos trasladan a lo que era la vida vigilada de aquellas edad Media; se mueven, construyen sus ábsides, se asoman desde las torres, vagan, laboran bufonean para los señores. Alguien lee una historia, un cuento, quizás no lo escribió un Cervantes, tal vez fue un ignoto Piranio que tuvo que salir huyendo de un enjambre de abejas, que aquel señor había mimado y él había importunado.
Dolorido clamaba por su mala suerte de llevar aguijoneado un brazo, un torso y todo un carrillo, convertido en carromato. Vendía un ungüento a aquellos villanos, que no bellacos. Cogería su nave para ver a lo lejos aquel castillo de Jadraque; uff, ese día no subiría hasta allí, bien había sido manteado por haberlo ofrecido sin resultado alguno.
Seguiría el lánguido transcurso del río, bailarán cuando las aguas del Sorbe y otros afluentes se mezclen. Hubo un tañedor y su correspondiente soplagaitas que marcarán los ritmos y todos juntos, superaran un abismo de creación en un espacio, un tiempo y una intensidad que fluctúe como su entusiasmo. Pararán en Whad-al-Hayara, río de piedras, con mejor transcripción, necesaria. Allí, donde una Blanca, nos estará esperando para que participemos en su juego de tejer historias; ya, después de muchos años, tiene tejidas risas, sueños, miedos, migraciones, creaciones, todos hilos necesarios para entender besos y reconocimientos a las esencias.
Nada habrá sucedido en un encierro, serán los patios los que acojan un Quijote, el caballero Sancho Panza y una Angélica a la que recordemos para que su minuto sea, siempre, semillas en las que brotar respeto y apoyo mutúo
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